Probablemente el agua sea nuestra mejor amiga para combatir el calor en verano. La playa, la piscina, esas duchas que se repiten, y se alargan, durante todo el día, la botellita que nos acompaña allí donde vayamos. El agua es nuestra aliada, no hay duda, pero si hablamos de playa y de piscina, hay dos elementos que nos tienen que preocupar si queremos tener el cabello sano en verano: la sal y el cloro.
Pasar el día en la playa es una dura prueba para cualquier cabello. Cuando sales del agua, tu pelo no sólo se ha quedado con más de una pizca de sal, sino que también tiene arena. Cuando se seca el cabello, lo que suele ocurrir con cierta facilidad gracias al sol, la sal se seca y provoca la deshidratación del cuero cabelludo y del pelo y, si éste no estaba del todo sano, puede romperlo. La arena también molesta porque ensucia el cabello y lo apelmaza.
Combinar la sal, la arena y el sol significa un daño instantáneo para el cabello que será más o menos grave dependiendo de cuántas veces vayas a la playa. Si te gusta estrenar la playa el primer día de verano y luego observas el agua desde la tumbona, no hay mucho riesgo de que tu pelo se resienta, pero si, por el contrario, sólo sales del agua cuando tienes los dedos arrugados, lo mejor es que sigas algunos consejos para proteger tu cabello.
Antes de ponernos el bañador hay que recordar que, si vas a ir a la playa habitualmente, es muy recomendable que añadas un acondicionador a tu higiene capilar habitual. Usar un acondicionador una o dos veces a la semana conseguirá que recuperes parte del brillo y de la elasticidad que pierdes con cada baño.
Con el bañador ya puesto, lo primero es mojarse el cabello antes de entrar al agua. Esta medida no es tanto por el cabello como por refrescar el cuero cabelludo y prepararlo para que no se deshidrate tanto con la sal.
Si puedes hacerte coletas o un recogido sencillo pero resistente, como trenzas, adelante. No uses horquillas ni gomas de plástico, escoge pinzas grandes y gomas de tela. Recogerte el pelo tiene varias ventajas: primero, no te molestará tanto si vas a nadar; segundo, se ensuciará menos porque habrá menos pelo en contacto directo con el agua; y tercero, no se enredará tanto como si lo llevaras suelto y luego te será más sencillo peinarlo.
Si los consejos pre-baño son importantes, los post-baño no lo son menos. Nada más salir, aclárate el cabello con agua dulce. Las duchas de la playa usan agua de mar, así que es mejor que prepares con antelación una botella con agua del grifo. Si puedes, lávate el cabello con champú ese mismo día: sólo así eliminarás toda la sal y la suciedad acumuladas.
El agua de la piscina también es perjudicial para el cabello. Para que una piscina esté limpia, el PH del agua tiene que estar entre el 7,2 y el 7,6, aproximadamente, valores que son superiores al de la piel humana, que está en el 5,5 más o menos. Esta diferencia provoca desajustes en la piel y también en el cabello, y hace que, tras cada baño, tengamos que recuperar de nuevo nuestros valores normales.
En las piscinas cubiertas públicas suele ser obligatorio el uso del gorro, pero no así en las piscinas de verano. No es una mala recomendación, al contrario: usar un gorro es la forma más eficaz para proteger tu cabello de los químicos del agua de la piscina. Si no te mojas el pelo, no lo estropearás. Los mejores gorros son los de silicona: son resistentes, se colocan mejor que los de látex y son más eficaces que los de tela.
Igual que en la playa: antes de meterte al agua, mójate el pelo. No sólo reducirás la temperatura del cuero cabelludo, sino que te será más sencillo colocarte el gorro.
Y otro consejo que también viene del mar: al salir de la piscina, aclárate el cabello en la ducha. Tómatelo con calma, el objetivo es eliminar los restos de cloro y de otros productos químicos.
Al salir, es posible que no quieras tener el pelo mojado y prefieras secarlo con la toalla. Hazlo, pero con cuidado: nada de restregar la toalla contra el cuero cabelludo. Mejor, pósala, deja que absorba el agua y, cuando lo haya hecho, deja que el pelo se seque al aire. Recuerda que el cabello mojado es muy débil y que tiende a desprenderse si lo frotas con la toalla.
Aunque se sigan estas recomendaciones a rajatabla, el verano suele estropear mucho el cabello. A la sal, la arena y el cloro, hay que añadir la exposición al sol, el calor persistente, los cambios de temperatura, la alimentación insuficiente… Son demasiados males que, cuando actúan día tras día, acaban por estropear el cabello. Por eso, es recomendable que pienses en una cura drástica al acabar el verano: si puedes, córtate el pelo.
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