Si uno tiene cierta curiosidad por el diseño y la historia, encontrará en los anuncios y carteles antiguos una verdadera mina. Y no sólo por su cuidada elaboración estética, en la que muchos hoy aún se inspiran. También porque sin duda son en sí mismos un archivo vivo que nos permite ver con claridad no sólo la evolución visual, sino también la social de los últimos tiempos.
Ningún otro siglo ha marcado tanto la evolución del cabello como el XX. En parte por los avances técnicos, como la invención de la permanente y los secadores de pie, pero en parte también porque se tomó el cabello como una forma más de expresión. Esto fue más o menos así hasta los 70 y 80, cuando se alcanzó una variedad tan rica de estilos que el peinado dejó de ser un asunto de identidad política o ideológica y se convirtió en un recurso estético más.
Hacia el final del siglo XIX, el margen que la mujer tenía para variar sus peinados no era amplio. Podía escoger entre el cabello largo o bien recogerlo formando un peinado a lo Gibson girl, un recogido un poco basto que acumulaba la melena sobre la cabeza y finalizaba en un moño en la parte superior. Aunque pueda pensarse que la maniobra Gibson sería imposible sin fijador, lo cierto es que la limpieza capilar de la época no estaba muy desarrollada, y el pelo tendía a quedar fijado por sí solo.
Este estilo continuó hasta el final de la Primera Guerra Mundial.
Cuando los soldados de los países participantes volvieron a sus casas, se encontraron con que sus mujeres habían asumido muchas de las tareas que hasta entonces sólo podían hacer los hombres. Habían poblado fábricas, regentado comercios, gestionado negocios y, en definitiva, habían descubierto que su papel en la sociedad estaba muy limitado y que querían más. Por lo pronto, querían votar.
Esta rebelión femenina, que sería el origen del movimiento feminista, fue rápidamente reconocible en las calles con las flappers, mujeres que llevaban vestidos cortos y salían a pasárselo bien como antes sólo podían hacer los hombres: bebían, fumaban, bailaban. Y llevaban el pelo corto. El hoy tan extendido peinado a lo bob o a lo garçonne, con el cabello corto hasta la mejilla, se popularizó entonces, en los felices años 20.
¿Y qué hay de los hombres? En general, los hombres se mantenían fieles al modelo victoriano: pulcritud y peinados con fijador hacia atrás o con raya a un lado.
La gran pantalla cambió el estilo de los peinados femeninos. El cabello se volvió más largo y, frente al estilo resuelto y liberador de los cortes a lo bob, se impuso la permanente. Esta técnica evolucionó de forma decisiva durante los años 20 y 30: los ortopédicos rulos metálicos con los que antes se creaban una a una las formas en el cabello por medio de calor dieron paso a los primeros secadores de pie, máquinas que automatizaban el proceso y lo hacían mucho más cómodo para el peluquero y la clienta. Esta nueva comodidad, unida a que resultaba casi imposible encontrar a una actriz que no llevara permanente, hicieron que estos peinados fueran masivos durante los 40 y los 50.
Cuando parecía que las dos guerras mundiales habían puesto a todo el mundo de acuerdo en que las armas no podrían dar soluciones permanentes, no en vano se fundó la ONU en 1945, 6 años después del final del conflicto mundial se levantaron de nuevo las armas en Korea. Si la Segunda Guerra Mundial había tenido un componente ideológico que hacía pensar que los soldados iban al frente a combatir a Hitler, al Mal, en Korea esa idea no estaba tan clara, y muchos estadounidenses se preguntaban cuál era su papel allí. Esta actitud antibelicista explotaría con mucha más fuerza con Vietnam.
En lo que a cabello se refiere, la rebelión no se hizo esperar, pero, a diferencia de otras épocas, iban a coexistir distintos estilos durante los 50 y los 60. A las permanentes y los cabellos cortos, que resurgieron en el cine, se sumaron las largas melenas pobremente cuidadas de las hippies, un símbolo de rebeldía.
Entre los hombres continuaron los estilos sobrios de peinado de lado, pero también surgieron algunos peinados más desenfadados. Los tupés desordenados de James Dean inspiraron a los jóvenes, al menos hasta que Elvis repeinó ese mismo tupé y lo hizo más pulcro y conservador. Y, al igual que entre las mujeres, las melenas largas hippies se extendieron entre los hombres.
Quizá nunca hasta los 60 había sido más expresivo llevar un peinado u otro: entonces era posible prever los ideales de las personas por la forma de su cabello. Los 70 tiraron esto por tierra. Las influencias eran ya tan numerosas (cabellos a lo bob, permanentes, medias melenas, largas melenas, ¡hasta llegaron las rastas y las medias melenas se extendieron entre las cabelleras masculinas!), había tanta variedad capilar que se estableció que los peinados podían ir por un sitio y las ideas por otro. Que cada uno se peinara como quisiera.
Pese a este camino hacia el estilo libre, durante los 80 el cine, la música y la moda descubrieron que todavía había posibilidades de marcar tendencia si se explotaban los límites. Entonces aparecieron los estilos afro, los cardados imposibles, los tintes fantasiosos, los peinados de influencia punk, las permanentes que recordaban las películas de los años 40 y 50…
Y así hasta hoy, cuando asistimos a un escaparate de peinados de lo más variado, con estilos que llevan activos más de 60 años y otros que serían imposibles hace 20 (los futbolistas y algunas estrellas del pop saben de esto).
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