Como cada año, los piojos vuelven a las aulas para desesperación de padres y niños. Aunque son inofensivos y se limitan a alimentarse de la sangre del cuero cabelludo de los pequeños, estos parásitos son muy molestos tanto por los picores que producen como por lo difícil que es erradicarlos de una sola vez. En las clases más grandes, los niños pueden necesitar desparasitarse dos o incluso más veces.
Aunque son parásitos y están en contacto con nuestra sangre, los piojos de la cabeza no transmiten enfermedades. El mayor problema que causan es el picor y no lo producen ellos directamente. El picor aparece cuando las heridas que los piojos causan se infectan, un picor que aumenta conforme el niño se rasca. La solución para este problema pasa por advertir al niño para que no se rasque más, al tiempo que le damos un antihistamínico para que desaparezca la infección.
Al contrario de lo que suele pensarse, los piojos no saltan de unas cabezas a otras. De hecho, ni siquiera pueden saltar, como sí hacen las pulgas. Lo que sí hacen es, cuando hay dos cabezas juntas o cuyos cabellos están entrelazados en algún punto, los piojos recorren estos pelos como si fueran puentes entre las cabezas
Los piojos destacan por su velocidad, porque pueden vivir hasta un mes entero en una cabeza y porque las hembras pueden poner entre 8 y 10 huevos al día. Los piojos están diseñados para multiplicarse y expandirse: tres semanas es lo que necesita un huevo de piojo, también llamado liendre, para convertirse en un adulto y, si es hembra, volver a poner huevos. Si tenemos en cuenta que cerca del 60% de las liendres sobrevive lo suficiente como para convertirse en nuevos piojos, nos podemos hacer una idea de su poderío.
Un piojo puede vivir hasta un mes en una cabeza, y fuera de ella, un día, tiempo suficiente para que localice un nuevo hogar. El piojo suele acechar en abrigos, sombreros y bufandas, lo que hace que su entorno no se limite sólo a los colegios o a las guarderías, sino que vale cualquier lugar que reúna a personas y tenga un ambiente cálido y húmedo, como oficinas o gimnasios.
La mejor estrategia contra el piojo tiene dos tácticas. La primera consiste en la vigilancia diaria del niño: cada tarde habrá que observar con atención su cuero cabelludo en busca de piojos o de liendres.
Si ya hemos constatado que algún miembro de la familia tiene piojos, es hora de ponerse manos a la obra. Existen multitud de productos en el mercado que aseguran su eliminación. Sin embargo, la fórmula más eficaz sigue siendo la tradicional: a mano y con paciencia. Además de ahorrarnos dinero y la exposición del cuero cabelludo a productos químicos, nos aseguraremos un resultado final más duradero.
¿Cómo? Colocar al niño en un lugar con buena luz (natural a ser posible) y asegurarnos de pasarle una lendrera metálica fina (un cepillo de púas metálicas especialmente construido para arrancar las liendres sin dañar el cuero cabelludo) por todas las secciones de pelo (si es necesario, sobre todo cuando el pelo es largo, dividirlo primero en pequeñas coletas e ir soltando una por una). Observar bien la lendrera después de cada pasada y eliminar cualquier piojo o liendre con una toalla o sobre una superficie blanca (lavabo). Al principio podrían confundirse con caspa pero, al contrario que ésta, los parásitos y las liendres no se despegarán tan fácilmente, especialmente las liendres.
Una vez que hayamos eliminado todos los piojos vivos, habremos logrado la primera victoria: ya nadie puede poner más huevos en esa cabeza.
Mientras tanto, lavar sábanas almohadas y prendas o superficies que hayan estado en contacto con la cabeza “colonizada”.
Y después, entra en juego la fase 2: durante 7 días habrá que inspeccionar de la misma forma todas las secciones del cabello para eliminar hasta la última liendre. No es difícil, sólo es cuestión de paciencia.
Con el cabello limpio de parásitos, el siguiente paso es preparar el terreno para que los piojos dejen de considerar la cabeza como un entorno agradable: hay que avinagrar el terreno. No está demostrado que el vinagre sea un remedio infalible para evitar a los piojos, pero sí crea un entorno agresivo que hace que los parásitos eviten las cabezas avinagradas.
No es raro que en un hogar donde estos pequeños “habitantes” entraron por las cabezas infantiles, acaben colonizando las de los adultos también. Por ello, es importante que no nos olvidemos de revisarnos a nosotros mismos, ya que puede convertirse en un círculo vicioso dentro de la propia familia.
Existen algunas creencias populares como que el tinte acaba con ellos… no están científicamente demostradas y sí que es cierto que las cepas de piojo pueden hacerse resistentes a determinados productos químicos. Por ello, al igual que en los niños, el sistema más eficaz será el de toda la vida: revisión y eliminación manual.
Y lo más importante: no compartir cepillos, gomas, lazos o diademas. Y hervir las lendreras durante unos minutos antes de utilizarlas en otro miembro de la familia.
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