Si cuando hablamos de la Edad Media nos encontramos con que el cabello era un tema secundario, en el Renacimiento el pelo se vuelve importante. ¿Por qué? Porque el Renacimiento supone la vuelta a los valores grecolatinos, donde la estética era más que un tema de conversación. Como pasa en muchos periodos de la Historia, una época es la cara opuesta de la anterior, y eso mismo es lo que pasó en el Renacimiento, un periodo luminoso opuesto al oscurantismo de la Edad Media. También para el cabello.
El Renacimiento fue un periodo de transición entre la Edad Media y la Edad Moderna, es decir, entre los siglos XV y XVII. Si la Edad Media fueron más de 1.000 años, el Renacimiento apenas fueron 200, pero con cambios decisivos en muchos aspectos. Por ejemplo, el feudalismo empezó a perder importancia. Como ya no había tantos ataques a pueblos y aldeas, los señores feudales no tenían de qué proteger a sus súbditos, salvo de otros señores feudales que guerreaban entre sí.
Esto, unido a la mejora de los caminos y de los transportes, y a las promesas de nuevos mundos por descubrir gracias a los viajes por los océanos, llevó a los campesinos a mudarse a las ciudades, donde el poder y la influencia de los nobles se diluyó debido al surgimiento de una nueva clase social: la burguesía, los comerciantes. Surgió así una nueva forma de ganarse la vida. Quien nacía campesino podía intentar poner un puesto en el mercado y vender sus alimentos y pieles ¿Se volvería rico? Probablemente no, pero vería mundo y eso enriquecería sus perspectivas.
Porque el Renacimiento fue, sobre todo, un periodo de perspectivas y esperanzas, precisamente lo contrario que propugnó la Iglesia y su oscurantismo durante la Edad Media. ¿Y de qué forma va a renacer esta nueva sociedad? Pues intentando hacer borrón y cuenta nueva y volviendo a los valores clásicos; literalmente: a los valores griegos y romanos. Las artes, la ciencia, la medicina, el comercio o la filosofía serán los ejes del cambio. Un cambio que afectó también al cabello.
El cambio más importante fue que las mujeres ya no sentían (tanto) miedo a mostrar su cabello. Durante la Edad Media tenían que enfrentarse a las miradas de acusación de los clérigos, pero con la apertura de la Iglesia gracias al Protestantismo de Lutero, esta vigilancia se relajó. El resultado fue que los recogidos seguían siendo la primera opción –el flequillo será un invento muy, muy moderno– pero ya no había tantas cofias y cintas para cubrir la cabellera.
Lo importante entonces era enseñar cabello y lucir unos recogidos altos e imponentes. Esta clase de recogidos fueron populares entre la nobleza y la burguesía, quienes podían permitirse pagar a los peluqueros. Los tintes se popularizaron también: de rojo para las británicas que querían imitar a la reina Isabel I, de rubio para la otra gran potencia de la época, Florencia (si te suenan los Medici, son de este periodo), cuyas mujeres querían recordar las cabelleras rubias típicamente mediterráneas.
Todo lo anterior corresponde a las clases altas. Las mujeres más humildes no podían permitirse complementos como tiaras o diademas de materiales nobles e incrustaciones, pero tampoco querían llevar siempre el pelo suelto, que se había recortado con respecto a la Edad Media. Trenzas y moños fueron recursos muy habituales para complementar lospeinados con raya en medio, una fórmula que se puso muy de moda.
En cuanto a los hombres, también cambiaron de estilo. No es que se volviera a los tirabuzones griegos, pero sí que las melenas empezaron a tener peor fama. El pelo corto, o incluso muy corto, se popularizó entre todas las clases sociales. Las clases altas lo llevaban mejor recortado que las bajas, pero tampoco es que hubiera una gran diferencia. Todavía había quien prefería las medias melenas propias de la Edad Media, pero quienes lucían esta imagen eran considerados anticuados.
Lo que sí resultó novedoso fue el bigote. Los griegos siempre habían preferido las barbas pobladas y rizadas, los romanos algo menos, y en la Edad Media, pues sí era común ver barbas sin arreglar. ¿Pero el bigote? Antes apenas se pensaba en el bigote como algo más que la parte de la barba que estaba sobre los labios. Pero en el Renacimiento el bigote empieza a tener importancia, y lo mismo pasa con la perilla. La barba ya no es el todo, así que muchos nobles y burgueses empiezan a experimentar: barbas puntiagudas, bigotes cuyos extremos se fijan con cera, incluso perillas a modo de modelos de peluquería actual.
Al ser un periodo de transición, el Renacimiento no supuso una verdadera revolución para el cabello, pero sí una apertura, especialmente para las mujeres, que marcó los estilos de cabello que veremos en siguientes épocas.
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