Hoy recuperamos nuestra serie «Mirada al pasado» para descubrir curiosidades sobre uno de los artículos cotidianos quizás más universales y antiguos: el peine.
No nos engañemos, un peine no es un secador ni una plancha para alisarse el cabello. Ni siquiera está compuesto de varias partes, como los cepillos. Un peine es, probablemente, uno de los utensilios más simples en la historia de la humanidad, junto con los palillos chinos y la piedra para aplastar piñones. Por eso, porque es muy simple, podemos decir que los primeros peines datan de hace más de 5.000 años, cuando los egipcios dominaban el mundo conocido.
Es posible que hubiera peines antes, quizá tallados en piedra, pero la función fundamentalmente estética del peine hace pensar que en épocas anteriores no existía la necesidad de llevar un determinado peinado y, de ahí, que no hiciera falta herramienta alguna. Si había que ir bien peinado o peinada, bastaban las manos.
Pero con los egipcios llegó la preocupación por la apariencia: peinarse no sólo era un requisito estético, sino que un pelo bien colocado demostraba que se pertenecía a una clase superior. Llevar el pelo peinado era una muestra de poder.
Establecida esta distinción, la división entre categorías no tardaría en llegar también al peine: la piedra quedaba descartada porque era un material más difícil de trabajar, así que los peines más rudimentarios se empezaron a hacer de madera y hueso e incluso de espinas de pescado. De ahí para arriba: bronce, plata, marfil, oro. ¿Algo más? Sí, incrustaciones de piedras preciosas. Los peines comenzaron a tener tanto valor o más que las joyas, y formaban parte del ajuar más preciado por las personas de poder, incluso por los faraones. De hecho, la razón de que se pueda dudar de que los peines existieran antes de los egipcios pero se sepa totalmente que éstos los utilizaron es que los peines aparecían entre las joyas que se enterraban junto a los faraones. Todavía hoy se conservan esas piezas de joyería funcional.
Desde el Antiguo Egipto la evolución de los peines se ralentizó un poco, si acaso empequeñecieron y sus materiales fueron perdiendo valor. El peine alcanzó su máximo desarrollo entonces, y lo que hoy encontramos es una versión modernizada, pero la base es la misma. Eso sí, hoy en plástico: barato, manejable y de poco peso. Y con una pequeña mejora: una punta alargada que algunos peines llevan para facilitar la separación del cabello cuando es muy largo.
El cepillo es una evolución del peine, pero encierra mucho más misterio. No se sabe cuándo surgieron los primeros cepillos, pero es probable que aparecieran conforme se mejoró la salud capilar. Tiene sentido. Un peine es más que suficiente para dominar un volumen de cabello medio y no muy largo. Los peinados largos nunca fueron muy habituales hasta bien entrado el siglo XVIII, pues hasta entonces se sospechaba que las cabelleras generosas eran el hogar perfecto para piojos y ladillas. Y las sospechas eran acertadas. Incluso cuando la medicina estaba avanzada, se prefería el uso de pelucas de pelo largo a las melenas naturales.
Es posible que el cepillo se creara para dar respuesta a las dificultades que suponía peinar melenas frondosas, es cuestión de dimensiones. El cepillo gana en funcionalidad porque supera en una dimensión al peine: las cerdas del peine se extienden sólo de arriba abajo, mientras que las del cepillo lo hacen también de lado a lado. Esto permite abarcar más cabello. Hoy en día la mayoría de cepillos tienen cerdas sintéticas y mango de plástico, pero existen todavía algunas fábricas que los hacen de forma artesanal, con el mango de una sola pieza de madera tallada y las cerdas de pelo animal, como jabalí, cabra o caballo.
También hoy encontramos algunos peines que se hacen uno a uno en madera, y no en series idénticas de peines de plástico como en el 90% de los casos, pero si tienes que elegir entre un peine y un cepillo artesanales, no dudes un momento y haz caso a tu vista. (Eso sí, si tienes el pelo largo lo tienes más fácil: siempre, a por el cepillo).
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