Nuestro recorrido por los orígenes de los estilos más reconocibles de nuestros días se centra hoy en el estilo afro. Una estética que emergió como seña de identidad y acabó siendo absorbida por la moda y apartada de cualquier reivindicación.
Cuando se investiga sobre el origen del pelo afro, lo habitual es llegar a finales de los 50 y comienzos de los 60 en EE UU y mirar hacia adelante. ¡Como si el pelo afro hubiera surgido allí y el resto del mundo hubiera tenido que esperar! Pero lo cierto es que el pelo afro existe, y desde hace miles de años, en el continente africano. La inmensa mayoría de sus habitantes tienen el cabello grueso, muy negro y rizado, las características básicas del pelo afro. Es una cuestión genética donde el sol tiene mucho que decir.
El color del cabello es una medida de protección de nuestro cuerpo para repeler cierta radiación del sol: cuanto más sol hay, más color tiene que haber en nuestro cabello. Lo mismo sucede con la piel. ¿Por qué los nórdicos suelen ser rubios o de cabellos claros y tienen la piel pálida?
Porque a lo largo del año pasan temporadas sin apenas ver el sol. Esto no quiere decir que vivan de noche, sino que, aun siendo de día, las nubes reducen la luz solar. ¿Ocurre lo mismo en muchos países africanos? No, justo lo contrario: pasan largas temporadas bajo un sol abrasador y sin nubes que den respiro. De ahí que las genéticas de nórdicos y africanos sean tan diferentes en cuanto al color de la piel y del cabello.
Así que no, el cabello afro no surgió durante la década hippy en EE UU, sino que ya era muy común para millones de personas. Entonces, ¿por qué se sigue insistiendo en señalar a EE UU como el país donde nació el afro? La respuesta no tiene tanto que ver con el peinado en sí como con los valores que este representaba.
Al igual que vimos con el pelo punk, el pelo afro nació como seña de identidad de un conjunto de personas que veían limitados sus derechos. Esto ocurrió en EE UU durante los 60. Pongámonos en situación: algunas zonas de EE UU tenían colegios donde no podían estudiar alumnos negros y autobuses que tenían una zona reservada para ellos (los asientos eran para los blancos), incluso había fuentes de agua potable sólo para blancos. ¡Y pobre del que se atreviera a saltarse estas prohibiciones! Que grupos de blancos enfurecidos persiguieran y hasta pegaran a los negros no se veía con tan malos ojos como lo veríamos hoy en día.
Este era el ambiente. Cualquier cosa se consideraba una provocación para los racistas, así que los negros trataban de esconder sus rasgos. Pero, aunque quisieran, los negros no podían cubrirse por completo o disimular el color de su piel; lo que sí podían hacer era esconder su cabello tan reconocible. Durante la primera mitad del siglo XX, sería muy raro ver a un negro con el cabello largo. Demasiado riesgo. Raparse el cabello o elegir un corte masculino muy corto serían las dos únicas opciones disponibles. Salirse de ellas podía significar una paliza o algo peor.
En cuanto a las mujeres, lo normal era alisárselo si la vida diaria pasaba entre blancos o llevarlo corto y cubrirlo. Sólo cuando la situación era segura, porque fuera un pueblo mayormente de negros o un barrio especialmente poblado de una gran ciudad, las mujeres lo lucían a su gusto, rizado y largo. Hay fotografías de bailarinas de clubes con melenas recogidas, pero son excepciones.
A comienzos de los 60, EE UU vivió un periodo de cierto relajo. Tras la Segunda Guerra Mundial, los siguientes cinco años fueron de jolgorio: se había vencido en la guerra más sangrienta hasta la fecha, la economía se había fortalecido y muchos americanos (blancos) tenían mucho dinero. Era como en los mejores años 20. Sin embargo, la fiesta se acabó cuando el gobierno estadounidense empezó a mirar con otros ojos a quien fuera su aliado en la derrota de Hitler. La Rusia comunista de Stalin amenazaba con robarle todo el protagonismo a EE UU, así que el gobierno decidió hacer algo.
Y dio paso a la caza de brujas del Macartismo, una especie de Inquisición a la americana donde cualquier sospechoso de ser comunista o simpatizante era procesado. Que lo fuera en realidad era lo de menos. Este escenario de tensión se vivió durante toda la década de los 50 y se fue desinflando según pasaban los años. La elección de John F. Kennedy marcó el inicio de un periodo de aperturismo, si bien duró poco. Pero la semilla de la lucha por los derechos ya estaba ahí.
Durante los primeros 60, muchos negros salieron a la calle a manifestarse por sus derechos y, entonces sí, lucieron orgullosos sus peinados a lo afro. Esos peinados eran todo un símbolo, una forma más de reivindicar la negritud y los derechos.
Con el paso de los años, artistas negros empezaron a aparecer noche sí y noche también en los programas más vistos, y esos peinados se pusieron de moda. Y con ello, como ya sabemos, perdieron su valor simbólico y reivindicativo.
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