En los lactantes, podemos observar la aparición de un sarpullido rojizo con formación de escamas amarillentas en la parte superior de la cabeza. Esto puede alarmar a muchos padres, pues piensan que sus bebés han nacido con la desfortuna de enfrentarse a la caspa desde una edad demasiado temprana; sin embargo, no se trata de una mala estrella, sino de la costra láctea.
¿Qué es la costra láctea?
Es una dermatitis seborreica debida a un exceso de aceite o sebo. En algunos casos se puede extender a la cara, la parte posterior de las orejas, el cuello, el ombligo, las axilas o la ingle, que son los lugares donde hay mayor cantidad de glándulas sebáceas. Es una afección benigna que no produce dolor ni picazón; no se contagia, ni está relacionada con alergias o falta de higiene.
Suele desaparecer por sí sola, aunque en algunos casos -especialmente en los niños mayores, quienes tienden a rascarse la zona afectada– puede provocar infecciones que deben tratarse médicamente.
¿Por qué aparece?
Aunque no se conoce exactamente la causa de la aparición de la costra láctea, una de las hipótesis más aceptadas es la secreción excesiva de sebo o grasa por parte de las glándulas sebáceas. También es posible que haya una predisposición genética o se deba a un déficit enzimático o al aumento de algunos microorganismos en la piel, como el hongo Malassezia.
¿Cómo combatir esta costra?
Para tratar de eliminar estas costras no se debe frotar la zona afectada. Este es un error muy común; los padres suelen tratar de eliminar la costra láctea con una toalla o un cepillo, pero para mejorar los síntomas basta con:
- Aplicar aceite de bebé o vaselina
- Masajear suavemente el cuero cabelludo durante 15 o 20 minutos.
- Eliminar el producto con un jabón neutro para bebés
- Pasar un cepillo de cerdas suaves para remover las costras que se hayan desprendido.
- Repetir esta acción a diario dará resultados visibles en pocas semanas.
Si el enrojecimiento de la piel causa picazón, genera malestar o se intensifica después de la ingesta de algún alimento, es necesario consultar al pediatra. Es importante observar siempre la piel de nuestro bebé porque a través de ella nos comunica su estado de salud.
Al momento del nacimiento es posible que veamos manchas como pegotes de grasa. Se trata del vérnix caseoso, que protege al bebé dentro del líquido amniótico y de los cambios de temperatura al nacer. El recién nacido también puede estar cubierto de un vello muy fino, llamado lanugo, que desaparece poco a poco.
La coloración de la piel también es muy importante. Si va tomando un color amarillento o azulado, puede indicar la presencia de algún problema. En este caso debe consultarse con el médico para poder hacer el diagnóstico correspondiente. Si, en cambio, lo que observamos es la costra láctea, podemos disfrutar sin preocupaciones del crecimiento y desarrollo de nuestro bebé.