Con el post de hoy iniciamos una serie de artículos en la que contaremos el origen de los peinados más conocidos y populares. En este primer capítulo hablaremos del peinado a lo bob, que tan famoso se hizo durante los años 20 en EE UU.
El peinado a lo bob es importante no sólo porque inició una imagen característica que se mantiene hasta nuestros días, sino porque fue más que un peinado. Hoy el peinado a lo bob ha perdido todo su simbolismo, pero en la década de los 20, e incluso antes, llevar este peinado mandaba un mensaje muy claro, como veremos.
Los estudiosos no se ponen de acuerdo al señalar de dónde viene exactamente este peinado. Unos dicen que fue una costumbre heredada de las enfermeras de la Primera guerra mundial, que empezaron a cortarse sus cabellos por cuestiones de comodidad. Tiene mucho sentido, pero lo cierto es que abundan fotografías de enfermeras que durante esa campaña llevaban el pelo largo recogido en cofias.
Otra teoría, quizá la mejor argumentada, es que el peinado a lo bob se inventó en las pistas de baile. De nuevo, cuestión de comodidad. El baile, ya fuera de salón o en versiones con menos ropa, tenía movimientos explosivos y prolongados que no acababan de encajar con las largas melenas. La solución para evitar molestias y enredos bien pudo ser la tijera.
Quienes defienden esta teoría señalan directamente a la bailarina Irene Castle como la primera en popularizar este peinado. Castle, que también fue actriz, fue uno de los rostros más conocidos e influyentes desde la década de 1910 hasta bien entrados los 30. Sus primeros pasos en el espectáculo fueron sobre la pista de baile, pero en los años 20, convertida en una popularísima bailarina, dio el salto a la gran pantalla. Con esto, su popularidad explotó y su vida privada llegó a las revistas. Estaba casada con el también bailarín Vernon Castle, fallecido durante la Primera guerra mundial en un accidente aéreo mientras hacía maniobras. Juntos formaron un matrimonio influyente incluso más allá del baile, donde eran una referencia nacional y llegaron a publicar libros divulgativos.
Otro de los campos de influencia de Castle fue la moda. Su rostro aparecía en portadas y había quien prestaba mucha atención a su estilo. Así, su peinado a lo bob, que empezó a lucir a mediados de la década de los 10 se extendió entre algunas lectoras.
Si sólo hubiera sido eso, un peinado nacido para mejorar la comodidad de las bailarinas, el peinado a lo bob no seguiría resultando tan interesante a día de hoy. Pero fue más que eso. El peinado a lo bob fue la imagen que adoptaron las flappers como símbolo de identidad. Las flappers fueron mujeres de clase social pudiente que decidieron que también querían pasárselo tan bien como sus maridos. Esto hoy nos parecería algo muy lógico, pero en aquellos tiempos, recordemos que el puritanismo del siglo XIX no estaba tan lejos, la mujer estaba limitada al hogar, mientras que los hombres podían disponer de su tiempo a su antojo.
Las flappers decidieron que ya iba siendo hora de que ellas también se lo pasaran bien. Así que cambiaron las tornas. Salían, bebían, bailaban. Y rompían el estilo que siempre habían mantenido: vestían faldas cortas, no llevaban corsé, usaban mucho maquillaje. Y lucían el peinado a lo bob.
Hoy el peinado a lo bob ofrece una gama muy rica de estilos. Incluso el flequillo recto y la media melena, sus señas de identidad, no siempre se respetan. Hay flequillos en punta, la media melena no es obligatoria (hay quien incluso prefiere raparse los lados de la cabeza, lo que asemeja el peinado al estilo punk) y las longitudes de corte varían según el gusto. Al fin y al cabo, a un estilo de peinado que reflejaba la libertad no se le puede poner limitaciones.
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