La alopecia areata es uno de los tipos más frecuentes de alopecia, afectando tanto a hombres como a mujeres fundamentalmente entre los 20 y 50 años, aunque también puede aparecer en la niñez. Entre los factores desencadenantes se encuentran el estrés, focos de infección crónica y aspectos genéticos, observándose una mayor posibilidad en personas con familiares que ya sufren esta enfermedad.
La alopecia areata es una enfermedad autoinmune, en la que el sistema inmunitario ataca por error partes sanas del organismo, en este caso los folículos pilosos. Cualquier persona puede desarrollar este tipo de alopecia, y su comportamiento será distinto en cada caso: puede ser que la caída del pelo sea parcial y luego vuelva a recuperarse o puede ser una caída total sin que el paciente recupere nada del cabello que tenía.
La alopecia areata suele presentarse de forma repentina, apareciendo en la cabeza placas calvas de diversos tamaños. La piel no sufre alteraciones y no existe inflamación, presentando un color marfil, mientras que los cabellos que se encuentran en los bordes de la superficie calva pueden arrancarse con facilidad.
En una evolución posterior de la enfermedad, la superficie sin pelo puede agrandarse y en un 30% de los casos se producen también alteraciones en las uñas de los dedos de las manos. Igualmente, no sólo puede afectar a la cabeza, sino también a las cejas y pestañas, barba o vello púbico.
Aunque en la mayoría de los casos la alopecia areata es completamente asintomática, hay ocasiones en las que los pacientes se quejan de escozor, picor, aumento de la sensibilidad o dolor.
Cuando el paciente observa alguno de los síntomas detallados anteriormente, es importante que acuda a un especialista para que diagnostique la enfermedad. El médico observará la zona afectada, hará preguntas al paciente sobre su historial clínico y utilizará instrumentos especializados como el dermatoscopio para determinar las causas de la alopecia areata, que en algunos casos puede deberse a una función alterada de la tiroides, sífilis o enfermedades autoinmunes.
El tratamiento será siempre personalizado, dependiendo de la fase en la que se encuentre el paciente. Se llevarán a cabo tratamientos sintomáticos que pueden contribuir a recuperar la totalidad del cabello perdido. Así, se puede actuar con tratamientos externos, localizados en la zona afectada, o sistémicos a base de pastillas.
Como la alopecia areata no se puede prevenir, el mejor consejo es acudir a un especialista nada más observar los primeros síntomas, ya que te ayudará a identificar la causa y a desarrollar el tratamiento adecuado
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