A la hora de dar el paso de teñirse el pelo, es importante escoger un buen tinte, como ya hablamos en este post sobre las distintas clases de tinte. Escogido el tinte menos dañino para nuestro
Lo primero que tienes que hacer para escoger el color del tinte que mejor se adaptará a tu piel es saber de qué color es tu piel. No hay un número cerrado de colores posibles, pero sí podemos hablar de tres gamas generales: claro, intermedio y oscuro. Es una clasificación general, pues dentro del claro podemos encontrar desde blancos pálidos hasta color marfil, pasando por pieles rosadas y anaranjadas, y lo mismo con los colores más oscuros, pero es suficiente para acotar la gama de opciones de color. Con estas tres opciones será suficiente para escoger qué gama de colores quedará mejor tu piel
Salvo que el objetivo sea crear un contraste sorprendente, la mejor elección estará entre cualquier gama de rubio y los castaños claros. Los colores más oscuros tienen que ser utilizados con precaución, ya que crearán un contraste que podría resultar antinatural. Cuanto más bronceada sea tu piel, más oscuros podrán ser los rubios y los castaños que te quedarán bien. Eso sí, asegúrate siempre de que el color de tinte escogido sea un poco más oscuro que tu tono de piel.
En esta gama de color de piel, los ojos tienen más importancia que en las otras dos. Si son muy claros, especialmente azules, cuidado con los tonos claros. Unos ojos claros limitan la gama de colores por los extremos: hay que olvidarse de los rubios pálidos y de los castaños más oscuros. En el primer caso, porque no se crea contraste y el resultado es antinatural (imagínate: piel clara, rubio pálido y ojos azules, una princesa de hielo de cuento); y en el segundo, porque se hace evidente que algo no encaja: piel clara, ojos claros y cabello oscuro.
Si los ojos son castaños o de un azul o un verde densos, no hay problema. Eso sí, hay que tener cuidado con las cejas. Si son mucho más claras que el tinte escogido, es preferible teñir también las cejas. Y si son más oscuras, igual.
Las personas con la piel pálida están mucho más limitadas que las que tienen tonos intermedios y algo más que las que tienen tonos oscuros, pues utilizar cualquier color intenso puede provocar un contraste antinatural. Sin embargo, si los ojos son oscuros, hay mayor margen, pues un contraste demasiado evidente entre cabello y piel puede equilibrarse si hay unos ojos, y unas cejas, de un color intermedio entre la piel y el cabello.
Puede parecer el tono de piel más difícil de identificar, pero es probablemente el más común. Es más oscuro que los tonos claros, pero no hay brillos ni reflejos rosados o anaranjados. De poder encajar en un color, este tono de piel podría ser descrito como un marrón entre claro y medio.
Si es tu caso, entonces te moverás entre una enorme gama de castaños, desde los cafés a los chocolates (con y sin degradados), y los morenos, tanto absolutos como con reflejos; incluso los cobrizos. Los tonos pelirrojos también podrían estar a tu alcance, aunque más como reflejos que como colores base; si quieres tener un tono pelirrojo, experimenta antes con los caobas. Los tonos rubios están casi descartados, aunque pueden ser interesantes como reflejos para los tintes castaños.
La influencia del color de los ojos no es tan importante aquí, si bien una mirada oscura quedará mejor acompaña con un tono oscuro de cabello.
Al igual que ocurre con los tonos claros de piel, los tonos oscuros están más limitados conforme son más extremos. Los tintes claros son casi incompatibles con la piel oscura, salvo que haya unos ojos claros que den equilibrio al conjunto, o quizá algún rubio muy oscurecido. Los castaños, los morenos y los tonos cobrizos (y los pelirrojos más oscuros) son las gamas que mejor pueden adaptarse a tu piel, aunque tampoco conviene escoger los tonos más oscuros: recuerda que el contraste entre el cabello y la piel siempre es mucho más favorecedor que mantener el mismo tono.
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