Ya Julio César, en los años 100 a.C. , se afanaba por ocultar su calvicie. Comprensible. Lo que resulta un poco menos comprensible es que un rasgo genético tan indeseable haya llegado ileso a nuestros días en lugar de desaparecer. ¿Cómo se explica?
Difícil de creer, incluso para los científicos. Confundidos al respecto, hicieron varios estudios para tratar de determinar la razón por la cual el gen de la calvicie no había desaparecido en algún punto de la historia de la humanidad. Concluyeron que, a pesar de todos los estigmas, nuestra percepción de los calvos es positiva, y esto fue lo que perpetuó la genética.
Todo nos lleva a casi dos millones de años atrás, cuando el hombre se irguió. Investigaciones recientes apuntan a que la habilidad de caminar en dos patas y la pérdida de vello corporal de nuestros ancestros coevolucionaron.
La posición erecta nos permitió correr más rápido y ver con mayor facilidad a presas y depredadores. Al tiempo que se presentaba esta característica, nuestros cuerpos necesitaban un sistema de enfriamiento más eficaz para poder controlar la temperatura corporal al momento de correr. Además, un cerebro más frío piensa mejor (y sobre esto volveremos en el futuro).
El hombre con menos pelo en el cuerpo podía mantenerse más fresco, correr más y cazar más durante más horas del día. Esto lo convertía en una pareja mucho más apetecible. Qué decir, entonces, de un individuo cuya escasez de pelo se anunciara con lo que podríamos considerar el antecesor de las luces de neón: un cuero cabelludo desnudo y sudoroso resplandeciendo bajo el sol de la sabana.
Es tal vez una reminiscencia ancestral el hecho de que consideremos, inconscientemente, que los calvos son personas más inteligentes, serias y confiables. Esto es lo que prueban estudios recientes en los que se muestra una imagen de la misma persona con y sin pelo como un hipotético candidato a un importante cargo oficial. Los sujetos de prueba difícilmente elegían votar en contra de los candidatos sin pelo.
En otros estudio, 101 hombres y 101 mujeres vieron fotografías de personas calvas, en proceso de quedarse calvas y con pelo. Se les pidió a los sujetos que usaran una escala para indicar cuán atractivas eran las personas de la fotografía, y que describieran los rasgos de personalidad que les transmitían. A pesar de que los hombres calvos obtuvieron una puntuación menor en cuanto a su atractivo físico, fueron siempre descritos con adjetivos positivos relacionados con su personalidad.
El estudio fue realizado en 2004 por Frank Muscarella, psicólogo de la Barry University, que empezó a interesarse en la persistencia evolutiva de la calvicie durante los años 90 del siglo pasado. Este experimento finalmente reveló que los hombres calvos se percibían como más inteligentes, influyentes, sabios, educados, de estatus social alto, honestos y maduros.
Tomando en cuenta esto, y que las mujeres prefieren a posibles compañeros sexuales con un alto estatus social (a pesar de no ser los más atractivos), Muscarella hipotizó que debía ser precisamente esto lo que había difundido el gen de la calvicie. Más aún, el pelo empieza a perderse a cierta edad, por lo que la calvicie también podía ser un indicador de que se tenía en frente a un individuo maduro y no a un adolescente violento e impreparado.
Hoy en día sabemos que el aspecto físico de una persona no tiene que ser, necesariamente, un indicador de ninguna característica psicológica. Sin embargo, inconscientemente seguimos interpretando el mundo con ciertos prejuicios o criterios reduccionistas. Esto puede ser ética y moralmente discutible, pero lo cierto es que biológicamente no podemos analizar a profundidad cada cosa y a cada persona que tenemos delante antes de formarnos una opinión. Nos seguimos valiendo de mecanismos instintivos y de constructos sociales para poder decodificar la realidad y regir nuestras acciones.
Hoy es posible elegir cómo quieres ser percibido: con el carácter que ofrece la calvicie o con una cabellera saludable, a pesar de la alopecia androgenética. Este es el problema capilar que se asocia a la conocida también como calvicie genética, algo que en parte debe su aparición a la herencia, pero que también tiene otros motivos.
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