Logo IMD

Tomar aceite de oliva es muy sano, ¿lo es también para el pelo?

La regla no escrita es clara: nuestro cabello es reflejo de lo que nos pasa por dentro, así que si algo nos sienta bien por dentro, también le sentará bien a nuestro cabello. ¿Ocurre lo mismo con el aceite de oliva? Claramente, sí. En un post anterior describimos el aceite de oliva en detalle, e incluso lo enfrentamos a la mantequilla en nuestra serie de post sobre desayunos saludables. En el post de hoy sólo destacaremos lo más importante a nivel nutricional de este alimento y si nos ayuda a tener un pelo fuerte y bonito.

Propiedades nutricionales

El aceite de oliva es una grasa muy saludable, de las llamadas monoinsaturadas. ¿Has oído hablar de las grasas trans, esas que aumentan el colesterol malo y que puedes encontrar en la bollería industrial, en los snacks y en las salsas? Pues las grasas monoinsaturadas son justamente lo contrario: grasas que disminuyen el colesterol malo (LDL) y aumentan el bueno (HDL). Grasas buenas.

Recuerda que el colesterol malo lo es porque se acumula en las arterias (problema que conocemos como aterosclerosis) y aumenta el riesgo de sufrir embolias, hemorragias, infartos e incluso muerte súbita. El colesterol bueno se encarga precisamente de reducir esta grasa que dificulta la circulación de la sangre en las arterias. La receta saludable es reducir el colesterol malo y aumentar el bueno. Exactamente lo que hace la grasa monoinsaturada del aceite de oliva.

¿Y para el cabello?

Tener unos niveles controlados de colesterol es muy bueno para nuestra salud pero no tiene unos efectos directos en nuestro cabello más allá de que no estar sano es incompatible con tener un cabello sano. Si hablamos de relaciones directas, tenemos que hablar de dos vitaminas presentes en el aceite de oliva: la vitamina K y la vitamina E.

La vitamina E es importante porque es un antioxidante. Si lees estas líneas en verano, te interesa, y mucho, tomar muchos antioxidantes. Los antioxidantes reducen el daño de los radicales libres, que son deshechos que se producen cuando las células de nuestro cuerpo se transforman, se crean o se destruyen. ¿Un ejemplo? El sol. Cuando tomamos el sol, nuestro cuerpo absorbe los rayos UV a través de nuestra piel en lo que es un proceso celular que genera radicales libres.

El principal daño de los radicales libres es que entorpecen cualquier proceso celular, como la regeneración de la piel, por ejemplo. Por eso decimos que los radicales libres provocan el envejecimiento prematuro de nuestra piel (en realidad de todo nuestro cuerpo). La televisión nos recuerda constantemente que existen cremas para frenar el envejecimiento prematuro. Pues esas cremas van hasta arriba de antioxidantes. (Otro día explicaremos que los antioxidantes cuando de verdad funcionan es cuando los comemos, porque así es como los asimila nuestro cuerpo, no untándolos en nuestra piel, que es 99% impermeable)

La vitamina K también es importante para nuestro cabello, aunque por razones distintas. Una de las funciones principales de la vitamina K es crear glóbulos rojos, unas células que forman parte de la sangre. ¿Y cuál es el propósito de los glóbulos rojos? Sirven para transportar oxigeno a cada rincón de nuestro cuerpo, lo que incluye a los folículos pilosos. Un folículo piloso bien oxigenado hará mejor su trabajo y producirá más y mejor cabello.

Así que ya lo sabes: si quieres tener un pelo saludable y favorecer que crezca sano y fuerte, toma aceite de oliva y aprovecha sus vitaminas E y K. Eso sí, ten en cuenta que es una grasa y que no conviene abusar. Un par de cucharadas en las ensaladas será suficiente para cuidar tu cabello a la vez que controlas tu línea.

¿Qué es la misoginia y en qué consiste?

La misoginia se define como el odio, aversión y prejuicio hacia las mujeres y niñas.
Detrás de un comportamiento misógino se esconden multitud de creencias e ideas irracionales que van transmitiéndose generación tras generación dentro del entorno familiar y/o social, provocando discriminación y desigualdad entre las personas que la padecen.

Ideas misóginas

La principal creencia irracional que constituye la misoginia es considerar a las mujeres como seres inferiores frente a los hombres, lo que provoca la idea de que estas deben desempeñar un “rol o papel” determinado dentro de la sociedad como, por ejemplo, quedarse en casa atendiendo los cuidados y las responsabilidades de la familia.
Otra idea misógina es considerar que la mujer debe de estar al servicio del hombre, tratándolas como un objeto, valorándolas por su aspecto físico y utilizándolas con fines reproductivos.
Las personas misóginas muestran una gran cantidad de ideas distorsionadas sobre las personas por el simple hecho de nacer con un sexo determinado. La misoginia se manifiesta en situaciones muy diversas como, por ejemplo, cuando se motiva más a un chico que una chica a la hora de estudiar y realizarse laboralmente, o cuando se adoptan actitudes de maltrato y agresión física y/o verbal hacia una mujer.
Normalmente las personas con actitudes misóginas niegan serlo y se definen como sensatas y cabales, sin embargo, en sus actos diarios muestran esta animadversión hacia las mujeres.

Actitudes que definen la misoginia

Algunas de las características o actos que comparten las personas misóginas en su vida cotidiana y que pueden servir de ayuda para identificarlas son las siguientes:

  • Utilizar dos categorías básicas para clasificar a las mujeres: Recatada frente a provocadora, fría frente a emocional, etc.
  • Se suele tratar de hombres que necesitan ejercer el control sobre las mujeres en diferentes ámbitos de la vida, bien en el terreno económico, laboral, sentimental, etc. Suelen llevar las riendas a la hora de tomar decisiones e incluso ridiculizan a sus parejas por ello.
  • Culpabilizan a las mujeres por todo lo malo que les ocurre en la vida.
  • Humillan a las mujeres de manera habitual en diferentes contextos.

Impacto psicológico de la misoginia en quien la padece

Las personas que sufren comportamientos misóginos de manera habitual suelen sufrir graves consecuencias en su salud mental, ya que viven en una realidad distorsionada en la que es más fácil encontrar situaciones de violencia, por lo que su estabilidad emocionalpuede tambalearse.
Uno de los efectos más preocupantes que tiene la misoginia en la salud mental de las mujeres es lo que se conoce como misoginia interiorizada. Las mujeres que la desarrollan llegan a creer que estas ideas son ciertas, lo que les provoca alteraciones de la propia imagen, auto-rechazo, trastornos alimenticios e incluso culpabilidad cuando son víctimas de abusos y/o maltratos.

Estos efectos pueden llegar a ser devastadores si se padecen de manera prolongada en el tiempo, por este motivo, cualquier mujer que crea que está sufriendo comportamientos misóginos en su entorno o es consciente de que tiene ideas arraigadas como consecuencia de una educación misógina, debe de buscar de manera urgente ayuda profesional que le permitirá encontrar bienestar y estabilidad psicológica y poder disfrutar de una vida plena cuya prioridad será el respeto.

Permanentes y moldeados: ¿son siempre una buena idea?

Como cualquier estilo de peinado la respuesta es que depende. Vamos a tratar el tema de permanentes y moldeados, ¿en qué se diferencian? ¿Por qué las permanentes no son para todos los cabellos? Si quieres analizar si puedes ahorrarte un disgusto al salir de la peluquería y que tus expectativas no cumplan con la realidad, sigue leyendo.

Permanentes y moldeados

Una permanente y un moldeado se diferencian en el resultado final, pero los productos que se emplean en el proceso son casi los mismos.
Chica con rizo de permanente, es más agresiva que el moldeado
Una permanente busca unos rizos más cerrados y artificiales, en la línea de los peinados de las películas de los 80 con Olivia Newton John, Glenn Close o de Cher. Si el rizo es cerrado y “algo exagerado”, entonces es permanente.
Los moldeados son para rizos más abiertos, peinados de apariencia más natural. Las ondas y las melenas que terminan con pequeñas ondulaciones también son el resultado de moldeados, como el estilo que ha tenido Shakira en algunas épocas.
Chica con el pelo ondulado, tratamientos de moldeado y permanente son agresivos para el pelo
La diferencia entre permanente y moldeado es que se usan productos más o menos agresivos en función del resultado que se quiere, algo parecido a lo que pasa con los tintes. Para pasar de un cabello oscuro a uno claro hay que usar productos súper agresivos que penetren en la estructura del cabello y le obliguen a sustituir su color natural por el rubio platino, por ejemplo.
Con las permanentes y los moldeados pasa lo mismo. Las permanentes necesitan productos mucho más agresivos que los moldeados porque fuerzan al cabello a adoptar unas formas que nada tienen que ver con su aspecto original. Los moldeados usan productos parecidos, pero menos agresivos.

¿Los productos usados dañan el cabello?

Sí, sin duda. Lo dañan menos que antes, los productos han ido mejorando, ya no son esos que dejaban olor durante semanas y tenían reacciones químicas sorprendentes al entrar en contacto con los rulos. Hoy es menos dañino hacerse una permanente que hace 50 años. Pero esto no quiere decir que sea positivo para el pelo por muchos productos reconstituyentes e hidratantes que se añadan a las lociones permanentes.
¿Son los productos actuales mejores gracias a estos añadidos? Aportan una pequeña ayuda protectora pero no son milagrososLo importante es que tanto la permanente como el moldeado necesitan romper la estructura interna del cabello para que pierda su forma y lo fuerce a adoptar un nuevo estilo, esa rotura es la que pasa factura. El pelo se vuelve más endeble y se seca. ¿Se puede recuperar? Sí, con el tiempo, según va creciendo. Si tu peluquero te dice que la permanente o el moldeado no daña tu cabello, o lo lees en alguna revista o en algún blog de moda, no tengas dudas: el cabello sufre.

 La permanente no te quedará bien si…

Tienes el pelo muy liso. Si tu pelo es muy lacio y ligero es probable que puedas llevarte una decepción con el resultado. Cuando antes hablábamos de las diferencias entre expectativas y realidad, hablábamos de ti. Porque puedes ir a la peluquería con la idea de un peinado a lo Michelle Pfeiffer en Casada con todos y terminar con unas pocas ondas que durarán horas. Para que el cabello aguante el peso de los rizos tiene que ser fuerte y grueso.

Fuente Filmaffinity

Tampoco es para ti si no tienes el pelo lo suficientemente largo. El pelo rizado, como el ondulado, mide mucho más de lo que parece, pues forma bucles y gira sobre sí mismo. Si quieres hacerte una permanente tu pelo deberá tener una longitud mínima que dependerá de lo cerrados que quieras tus rizos. Cuanto más cerrados sean, más largo tendrá que ser tu cabello.
Así que si quieres hacerte una permanente o un moldeado, ten en cuenta que tu cabello tiene que ser robusto y largo. Recuerda también que cada permanente cuenta.

El cabello en el Barroco

Si en el Renacimiento (siglos XV-XVII) pudimos comprobar que había cierta preocupación por la vestimenta y los peinados, algo que no ocurrió durante la Edad Media, en el Barroco esta preocupación se vuelve una obsesión para las clases altas, que invierten tiempo y dinero en conseguir los peinados más extravagantes. En el post de hoy recorreremos lo que significó el Barroco para la evolución del cabello.
Pongámonos en situación. El Renacimiento fue un periodo de luz y aperturismo: los avances tecnológicos, especialmente en el campo de la navegación, ampliaron el mundo y muchos personajes intrépidos descubrieron nuevas tierras y riquezas. Estos avances y esas perspectivas de riquezas allende los mares atrajeron a muchísimas personas que vivían en las zonas rurales a las grandes ciudades. Fruto de este crecimiento, los comerciantes empezaron a ganar dinero de verdad, lo que empezó a despertar los recelos de los nobles. Florecieron las artes y las invasiones bárbaras que habían protagonizado sangrientas batallas y un clima de terror durante la Edad Media desaparecieron. El Renacimiento fue un periodo de prosperidad.
Y así llegamos al Barroco, que se extendió entre los siglos XVII y XVIII, un periodo histórico que, como el Renacimiento, se considera una bisagra entre la Edad Media y la Edad Moderna. Pese a los avances del Renacimiento, este periodo generó unas expectativas que no se cumplieron: el nuevo mundo se convirtió en un deseo al que muy pocos llegaban (si es que sobrevivían a las expediciones en barco), el progreso general no llegó a las clases bajas y los monarcas, lejos de abrir la mano, la cerraron. En parte porque siempre lo habían hecho, en parte porque los viajes transoceánicos habían reducido sus fortunas y en parte porque no querían ceder nada de poder a esos burgueses que tan ricos se estaban volviendo. ¿Significó esto que los monarcas empezaron a mostrarse más modestos en sus comilonas y en sus gastos? No. De hecho, sucedió todo lo contrario.
Chica con un estilo exagerado de pelo barroco

La cabeza marca la diferencia

Con una clase burguesa en ascenso, los monarcas y la nobleza vieron que su poder e influencia no era suficientes para diferenciarse de los burgueses, que eran cada vez más ricos y que incluso tenían acceso a pintores y escultores cuyas obras rivalizaban en belleza y espectacularidad a las de los propios monarcas. ¿Y qué hicieron? Mirarse por encima del hombro y ponerse a competir entre ellos por ver quién resultaba el personaje más llamativo.
Con este objetivo, florecieron los peinados más extravagantes hasta la fecha. Tal fue el exceso de rizos, tirabuzones, formas geométricas, lazos, diademas, flores y complementos de toda clase, que rápidamente el cabello fue insuficiente para aguantar tantas cosas sobre la cabeza. Así que las pelucas se convirtieron en el complemento básico. Y no hablamos de pelucas discretas, nada más lejos, sino de auténticas estructuras que debían aguantar maquetas de barcos, reproducciones de animales y cualesquiera motivos que la dueña de la peluca, pues las más excesivas eran las mujeres de la nobleza, tuvieran a bien llevar sobre los hombros. En ocasiones, las pelucas conseguían tal altura que las nobles tenían que doblarse para acceder a los carruajes y sujetarse con fuerza sus estructuras capilares para que un soplo de aire no revelara su auténtica cabellera.
Estas pelucas ultrarresistentes eran el objetivo de las nobles, pero no todas podían permitírselas, así que debían recurrir o a pelucas menos ostentosas o a su propio cabello. Como fuera, los peinados más habituales crecían hacia arriba y eran imponentes y majestuosos: el cabello se apelmazaba sobre la frente y se dejaba caer sobre las orejas en forma de trenzas o de mechones rizados. Si el rizo era natural, perfecto, si no, lo mejor era recurrir a la técnica habitual en la época: forzar el rizo en la peluca enrollando el cabello en palos de madera y metiendo la peluca en hornos de pan para fijar la forma rizada. Como suena.
Pelo rizo exagerado barroco, abanico
Los monarcas y los nobles competían en una liga menos extravagante que la de sus mujeres, pero tampoco había ni rastro de naturalidad. Las pelucas, pues también ellos las usaban, amontonaban volúmenes importantes de cabello rizado y ondulado en dos grupas sobre la cabeza que quedaban separadas.
Si el Renacimiento hizo que nobles y burgueses se empezaran a preocupar por su cabello, el Barroco convirtió esta preocupación en una prioridad. ¿Pasó lo mismo con las clases medias y bajas? En realidad, no, se quedaron en los mismos estilos que durante el Renacimiento. Y tiene lógica: sólo los monarcas podían gastar tiempo y dinero en la confección de sus pelucas. Por mucho que las clases bajas hubieran querido imitar los peinados reales e imperiales, como de hecho habían hecho en los siglos pasados, las pelucas y los adornos estaban completamente fuera de su alcance.
La Revolución Francesa acabó con este periodo. Semejante carrusel de excesos por parte de las monarquías, cuyas pelucas monstruosas no fueron sino un símbolo de todo este periodo de opulencia para unos –la nobleza– y de escasez para otros –el pueblo–, no podía tener un final que no fuera desgarrador y violento. Como fue la Revolución Francesa, el primer capítulo de lo que luego conoceríamos como la Edad Moderna.