La pérdida de pelo es algo que ha traído de cabeza a hombres de todas las épocas. Ya en tiempos bíblicos unos desconsiderados muchachos se burlaban del profeta Elías llamándolo calvo. Y aunque en hoy en día hombres sin problemas de alopecia decidan lucir un reluciente cráneo rasurado, algunos de los que están en vías de disponer de él de forma natural siguen preguntándose si hay algún remedio que evite la caída.
Es innegable que el cabello tiene para nosotros una función estética y social, y es por eso que llevamos tanto tiempo —¡milenios!— buscando remedios para que no se nos caiga. Los hay de todo tipo: algunos difíciles de creer, unos verdaderamente curiosos, otros simplemente extravagantes, y, por supuesto, los más importantes: aquellos avalados por la ciencia.
Hoy haremos un breve recorrido a lo largo de esta búsqueda milenaria.
Los antiguos egipcios tenían muchos remedios para la calvicie. Uno de ellos consistía en frotar el cuero cabelludo afectado con una mezcla de espinas quemadas de erizo sumergidas en aceite con miel, alabastro, ocre rojo y (¡!) raspaduras de uñas.
El médico griego Hipócrates (uno de los calvos ilustres de la historia de la humanidad) creía que la mejor cura para la calvicie consistía en mezclar excrementos de paloma con rábano picante, comino y ortigas.
Los vikingos usaban una loción de excrementos de ganso. Sí, también los guerreros nórdicos hacían cualquier cosa por lucir una buena melena.
Un remedio celta para la calvicie consistía en meter ratones en un frasco de arcilla, sellarlo, enterrarlo junto al fuego y sacarlo después de un año. No se sabe si el remedio haría brotar el cabello, ¡pero su olor seguramente causaba algún efecto!
A finales del siglo xix, los médicos británicos creían que la calvicie podía prevenirse con ejercicio al aire libre y una buena higiene. Cosa que, vistos los antecedentes, no estaba tan descaminada, después de todo.
En la década de los cincuenta, un médico de Nueva York consigue mover mechones de cabello de un área fecunda a una zona afectada de alopecia, y así comienza la era del trasplante capilar, que ha ido avanzando desde entonces hasta nuestros días.
En la actualidad hay también disponibles tratamientos farmacológicos para luchar contra la calvicie —como el Minoxidil — sin necesidad de llegar a la cirugía. Y aunque nuestro recorrido termina aquí, la ciencia sigue el suyo investigando nuevas formas de combatir la alopecia que cada vez son más esperanzadoras.
Eso sí, no todos los tratamientos son válidos para todos los pacientes, y cada caso requerirá un diagnóstico previo para aplicar el más apropiado. Por eso, lo mejor es ponerse siempre en manos de profesionales. Nadie mejor que un buen especialista para estudiar las causas del problema y aconsejar la solución más adecuada. Solicita una cita diagnóstica gratuita en uno de nuestros centros.
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