El humo, la suciedad en suspensión de las ciudades o esas
molestas gotitas de agua sucia que caen desde los balcones y a veces nos hacen mirar al cielo ensucian nuestro cabello. Son parte de la contaminación que viene de serie en las ciudades más habitadas. Toda esta contaminación ensucia nuestro cabello de la forma más sencilla (cae sobre él), pero también lo estropea a escala celular, lo que es mucho más grave que llevar el pelo grasiento y brillante. Esta es otra más de las causas de problemas capilares que desde nuestras clínicas en España han detectado especialistas en tricología, así que te lo vamos a compartir por medio de este post, donde hablaremos sobre cómo la contaminación estropea el cabello.La primera de las formas que tiene la contaminación para ensuciar el cabello es muy conocida. Basta pasear un rato por la ciudad para sentir que el pelo ya no está tan limpio como cuando salimos de casa. No importa si es verano o invierno, siempre hay coches lanzando gases a la atmósfera. En invierno, hay que sumar la contaminación de los calefactores, en verano, la de los aires acondicionados. A todos esos gases hay que añadir las partículas en suspensión de origen biológico, que pueden ir desde hojas en descomposición hasta todo tipo de basuras y deshechos microscópicos.
Toda esta basura aterriza en el pelo durante el día y lo ensucia. En ocasiones se puede leer sobre irritaciones en el cuero cabelludo provocadas por esta suciedad, pero lo cierto es que habría que dejar actuar esa suciedad en el pelo durante muchísimo tiempo para que tal irritación se produjera. De ninguna forma podemos esperar irritaciones en el cuero cabelludo si nos lavamos la cabeza cada día o cada dos días (salvo que suframos alguna dolencia en el cuero cabelludo, claro)
Los efectos típicos de un cabello sucio por la contaminación de una ciudad son la grasa, la falta de brillo (o brillo sucio en los casos más extremos) y un cabello lacio y pesado.
No es un efecto directo, pero sí puede decirse que la contaminación inicia un proceso a escala celular que puede terminar por dañar el cabello. Hablamos de la oxidación celular, que quizá no te suene, pero sí sus consecuencias: los radicales libres. Siempre que hay una interacción celular, como la regeneración del cabello, por ejemplo, o la transformación del alimento en energía, se da un proceso que deja ciertos deshechos. Estos deshechos son los radicales libres.
Los radicales libres son átomos que han quedado incompletos tras la interacción celular y buscan compañía desesperadamente: interrumpen otros procesos y aparecen sin que nadie les haya invitado. Esto, que puede parecer una película de amoríos adolescentes a escala microscópica, es en realidad mucho más peligroso de lo que parece. Con sus interrupciones, los radicales libres provocan que el organismo se regenere más lentamente o que tenga que usar más recursos para procesos que antes se hacían en un abrir y cerrar de ojos. El resultado es que las cicatrizaciones tardan más, las digestiones se vuelven más lentas, el organismo no funciona como debiera, el cabello se regenera con lentitud o no se regenera… Verás que las consecuencias son serias.
Vale, pero ¿dónde entra aquí la contaminación? La contaminación genera radicales libres de varias formas. Una de las más habituales es que, cuando nos exponemos a la contaminación, nuestro cuerpo debe protegerse (los pulmones trabajan más para filtrar el aire contaminado) y este proceso de protección es una interacción celular. Y si hay interacción celular, hay radicales libres.
La otra forma tiene que ver con el estrés que produce un entorno contaminado. El estrés es también un ataque al organismo y le obliga a protegerse y a prepararse para la amenaza. El resultado de todos estos procesos de protección y alarma es, adivina, más radicales libres.
¿Significa todo lo anterior que alguien que viva en una ciudad contaminada no sólo se expone a tener un pelo más sucio sino a que se regenere peor debido a la influencia negativa de los radicales libres? Exactamente.
Habrá quien diga que la mejor protección es no mudarse a una ciudad o, en caso de que no haya más remedio, no salir de casa. La primera opción puede funcionar, pero la segunda… Entonces, ¿cómo se puede luchar contra los radicales libres? Nuestros aliados se llaman antioxidantes, y los podemos encontrar en una extensa gama de frutas y verduras: frutos rojos, cítricos, kiwi, melón, pimientos y frutos secos crudos. A los alimentos anteriores hay que sumar las carnes y los pescados, que están repletos de minerales que ayudan a frenar la oxidación celular que provocan los radicales libres.
Una dieta equilibrada parece una solución suave frente al poderío de los radicales libres que hemos comentado, pero lo cierto es que una dieta rica en antioxidantes es mucho más eficaz de lo que parece (y mucho mejor para nuestra salud mental que no salir de casa). Si no quieres entorpecer la regeneración de tu cabello, añade puñados de antioxidantes a tu dieta.
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