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Alopecia en cejas y pestañas: causas más habituales

La caída del cabello en cejas y pestañas no es muy común, pero sucede, especialmente en las cejas. En el post de hoy veremos a qué puede deberse esta alopecia tan concreta como extraña.
Aunque hablamos de pérdida, lo normal es que en cejas y pestañas no se produzca una caída total del cabello, sino una disminución de su volumen o, en los casos más graves, una pérdida localizada y muy visible, pero no total.

Entre las causas que provocan la pérdida de cabello en cejas y pestañas podemos encontrar las relacionadas directamente con distintas alopecias. La alopecia androgénica, que es la alopecia común, puede afectar a estas zonas, pero son otras alopecias las que suelen guardar una relación más estrecha. Como la alopecia areata, una enfermedad autoinmune considerada enfermedad rara que puede provocar desde calvas con forma de moneda a la caída absoluta de todo el cabello del cuerpo. La alopecia areata suele afectar a las cejas.

Algo parecido ocurre con la alopecia frontal fibrosante, la alopecia típicamente femenina que sufren las mujeres que han entrado en la menopausia. Esta alopecia provoca la pérdida del cabello que está sobre la frente y que el nacimiento del pelo retrase en dirección a la parte superior de la cabeza. Cejas y pestañas menos pobladas son la primera prueba de que se puede sufrir una alopecia frontal fibrosante.

Enfermedades de la piel

Ya sabemos que muchas de las alopecias temporales están causadas por enfermedades de la piel. También las sufren las cejas y las pestañas. Por ejemplo, ocurre con la dermatitis atópica y la dermatitis seborreica, de la que ya hemos hablado en alguna ocasión.. (Un recuerdo rápido: la dermatitis seborreica produce escamas en las zonas de la piel donde se genera grasa, como en el cuero cabelludo. La grasa no sólo produce sequedad y picores sino que afecta al folículo piloso porque impide su crecimiento)
La dermatitis atópica es el sobrenombre científico para hablar de piel muy seca. Genera menos temor que la seborreica si hablamos sólo de pérdida de cabello, pues esta dermatitis no aparece específicamente en zonas donde crece el pelo. Esto no impide que cuando aparece en la cara, los folículos pilosos se vean afectados y se caiga el cabello de las cejas.

También hay dermatosis –o enfermedades relacionadas con la piel– que son hereditarias y que terminan por afectar a las zonas de las que hablamos.

Factores externos

Hay muchas otras causas que provocan la caída de cejas y pestañas, como la lepra, la sífilis, el hipotiroidismo, varios tipos de lupus o la quimioterapia, además de otras tantas, pero nos gustaría centrarnos en dos: la tricotilomanía y la depilación exagerada, que son las causas más extendidas.

La tricotilomanía es la manía de arrancarse el cabello. Es la causa principal que provoca la pérdida de cejas y pestañas. No es que sólo afecte a estas zonas, pues también es habitual arrancarse el cabello de la nuca, de la barba, del bigote y de zonas íntimas, pero en el caso de las cejas es muy visible porque hay menos cabello que arrancar.

La otra causa más habitual es la depilación agresiva de las cejas. Los folículos pilosos, las cavidades donde surge el cabello, tienen una vida limitada, pero se reponen. Sin embargo, la depilación con cera puede arrancar tanto el folículo piloso, que es el que cae, como el bulbo piloso, que se encuentra bajo el cuero cabelludo y sería como las raíces de donde renace el folículo piloso.

El peligro de esta depilación es que puede arrancar directamente el bulbo, haciendo imposible que vuelva a crecer pelo en esa zona. Quizá este sea el objetivo –hacer que nunca más crezca pelo en esa zona–, pero es una opción arriesgada porque con el tiempo el pelo cae y no vuelve a crecer y, si bien se puede disimular en la cabeza, esta falta es mucho más complicada de disimular en una zona tan visible y reducida como las cejas.

El cabello en el Renacimiento

Si cuando hablamos de la Edad Media nos encontramos con que el cabello era un tema secundario, en el Renacimiento el pelo se vuelve importante. ¿Por qué? Porque el Renacimiento supone la vuelta a los valores grecolatinos, donde la estética era más que un tema de conversación. Como pasa en muchos periodos de la Historia, una época es la cara opuesta de la anterior, y eso mismo es lo que pasó en el Renacimiento, un periodo luminoso opuesto al oscurantismo de la Edad Media. También para el cabello.
mujer con peinado del renacimiento
El Renacimiento fue un periodo de transición entre la Edad Media y la Edad Moderna, es decir, entre los siglos XV y XVII. Si la Edad Media fueron más de 1.000 años, el Renacimiento apenas fueron 200, pero con cambios decisivos en muchos aspectos. Por ejemplo, el feudalismo empezó a perder importancia. Como ya no había tantos ataques a pueblos y aldeas, los señores feudales no tenían de qué proteger a sus súbditos, salvo de otros señores feudales que guerreaban entre sí.
Esto, unido a la mejora de los caminos y de los transportes, y a las promesas de nuevos mundos por descubrir gracias a los viajes por los océanos, llevó a los campesinos a mudarse a las ciudades, donde el poder y la influencia de los nobles se diluyó debido al surgimiento de una nueva clase social: la burguesía, los comerciantes. Surgió así una nueva forma de ganarse la vida. Quien nacía campesino podía intentar poner un puesto en el mercado y vender sus alimentos y pieles ¿Se volvería rico? Probablemente no, pero vería mundo y eso enriquecería sus perspectivas.
Porque el Renacimiento fue, sobre todo, un periodo de perspectivas y esperanzas, precisamente lo contrario que propugnó la Iglesia y su oscurantismo durante la Edad Media. ¿Y de qué forma va a renacer esta nueva sociedad? Pues intentando hacer borrón y cuenta nueva y volviendo a los valores clásicos; literalmente: a los valores griegos y romanos. Las artes, la ciencia, la medicina, el comercio o la filosofía serán los ejes del cambio. Un cambio que afectó también al cabello.

Reinventar lo antiguo: de vuelta a los griegos

El cambio más importante fue que las mujeres ya no sentían (tanto) miedo a mostrar su cabello. Durante la Edad Media tenían que enfrentarse a las miradas de acusación de los clérigos, pero con la apertura de la Iglesia gracias al Protestantismo de Lutero, esta vigilancia se relajó. El resultado fue que los recogidos seguían siendo la primera opción –el flequillo será un invento muy, muy moderno– pero ya no había tantas cofias y cintas para cubrir la cabellera.
Lo importante entonces era enseñar cabello y lucir unos recogidos altos e imponentes. Esta clase de recogidos fueron populares entre la nobleza y la burguesía, quienes podían permitirse pagar a los peluqueros. Los tintes se popularizaron también: de rojo para las británicas que querían imitar a la reina Isabel I, de rubio para la otra gran potencia de la época, Florencia (si te suenan los Medici, son de este periodo), cuyas mujeres querían recordar las cabelleras rubias típicamente mediterráneas.
Todo lo anterior corresponde a las clases altas. Las mujeres más humildes no podían permitirse complementos como tiaras o diademas de materiales nobles e incrustaciones, pero tampoco querían llevar siempre el pelo suelto, que se había recortado con respecto a la Edad Media. Trenzas y moños fueron recursos muy habituales para complementar lospeinados con raya en medio, una fórmula que se puso muy de moda.

Los hombres descubren el pelo corto y el bigote

En cuanto a los hombres, también cambiaron de estilo. No es que se volviera a los tirabuzones griegos, pero sí que las melenas empezaron a tener peor fama. El pelo corto, o incluso muy corto, se popularizó entre todas las clases sociales. Las clases altas lo llevaban mejor recortado que las bajas, pero tampoco es que hubiera una gran diferencia. Todavía había quien prefería las medias melenas propias de la Edad Media, pero quienes lucían esta imagen eran considerados anticuados.
Lo que sí resultó novedoso fue el bigote. Los griegos siempre habían preferido las barbas pobladas y rizadas, los romanos algo menos, y en la Edad Media, pues sí era común ver barbas sin arreglar. ¿Pero el bigote? Antes apenas se pensaba en el bigote como algo más que la parte de la barba que estaba sobre los labios. Pero en el Renacimiento el bigote empieza a tener importancia, y lo mismo pasa con la perilla. La barba ya no es el todo, así que muchos nobles y burgueses empiezan a experimentar: barbas puntiagudas, bigotes cuyos extremos se fijan con cera, incluso perillas a modo de modelos de peluquería actual.
Al ser un periodo de transición, el Renacimiento no supuso una verdadera revolución para el cabello, pero sí una apertura, especialmente para las mujeres, que marcó los estilos de cabello que veremos en siguientes épocas.