Tu cabello puede decir muchas cosas sobre el estado de tu salud. Los folículos pilosos, las cavidades donde nace el cabello, tienen que estar continuamente alimentadas para que cumplan su función generadora de cabello. Es como una planta: si está marchita, débil o descolorida sabremos que algo no va bien. Puede ser su alimentación, el entorno o una amenaza puntual. Exactamente igual que con nuestro cabello.
Esta prueba no aporta mucha información. Es posible que tengas la preocupación de que se me cae mucho el pelo, pero hay que tener presente todos los factores que intervienen en estos primeros síntomas para identificar el problema. Si tenemos en cuenta que a partir de los 40 años 5 de cada 10 hombres sufre alopecia, y que tras la menopausia, 4 de cada 10 mujeres también la tienen –aunque se trataría de alopecia androgenética de mujeres y sus efectos son menos visibles–, podemos estar ante un simple caso de alopecia androgenética. Es ley de vida: el tiempo pasa y el cabello cae. Otra cosa es si nos encontramos con que…
Aquí sí tenemos información. Primero: descartemos la alopecia areata: tendremos alopecia areata si las zonas despobladas tienen formas de moneda de 2 euros. Si así fuera, la llamada al dermatólogo no debe hacerse esperar.
Si las calvas no están tan definidas, es probable que nos hallemos ante una alopecia difusa, un conjunto de causas, tanto externas como internas, que suelen conducir a la caída del cabello. La mala noticia es que pueden ser varios motivos; la buena, que normalmente tiene cura.
Una alopecia difusa puede señalarnos diversas dolencias, entre las que destacan las siguientes: enfermedades relacionadas con la tiroides (hipertirodismo e hipotirodismo), diabetes, neumonía, sífilis o enfermedades intestinales crónicas (colitis ulcerosa y enfermedad de Crohn). Asimismo, la caída puntual de cabello también puede ser consecuencia de cambios drásticos hormonales, como dejar de tomar la píldora o quedarse embarazada, una situación intensa de estrés o sufrir trastornos alimenticios graves, como la anorexia o la bulimia.
Retomando el ejemplo de la planta, si vemos que ésta sigue creciendo pero poco, y su aspecto no es vigoroso, la causa más probable puede estar en una alimentación insuficiente. Con el pelo ocurre lo mismo: nuestro cabello necesita estar regado –con sangre y agua–, y alimentado. Y no con cualquier cosa: necesita vitaminas A, B y C, proteínas y minerales como el hierro, el zinc o el manganeso.
La solución pasa por alimentarnos mejor: la vitamina A se encuentra en las verduras verdes y los tomates; la B, en huevos, leche y en las carnes de vaca y pollo, es decir en las proteínas más sanas (sin contar con los pescados); y la vitamina C, en los cítricos. En cuanto a los minerales, el hierro aparece en lentejas, garbanzos y mejillones, y el zinc, en la carne roja. Sobre el manganeso, es un mineral que nuestro propio organismo produce, pero tampoco está de más ayudarle un poco comiendo avellanas, almendras o castañas.
Si abusamos de secadores, planchas y rizadores, o tenemos un pelo colorido gracias a un tinte agresivo, ya sabremos por qué tenemos el pelo seco. Sin embargo, un pelo poco hidratado puede ser reflejo de un hábito muy extendido: beber agua sólo cuando se tiene sed. Esto no debe ser así: una persona normal tiene que beber entre 2 y 3 litros de agua al día, tenga o no sed.
Por otro lado, parte de la hidratación del cabello se debe a la vitamina B12, que se encarga de metabolizar proteínas, entre otras funciones. En situaciones de estrés, las personas no absorben bien estas vitaminas, y su ausencia puede provocar anemia. Comer hígado de cordero y de pollo y huevos y beber más leche ayudará a equilibrar los niveles de vitamina B12 en nuestro organismo.
Normalmente, las canas prematuras, en la década de los 20 o antes, aparecen por herencia genética: tras unos padres adolescentes con el pelo cano, suelen aparecer unos hijos adolescentes o postadolescentes con los cabellos plateados. Es algo común, particularmente entre los hombres.
Las canas no son más que un fallo en la pigmentación del pelo. La melanonina es la hormona que se encarga de colorear el cabello y ésta deja de producirse con la edad. Existen otros factores que pueden alterar la producción de melanonina, como es el estrés. Es habitual escuchar que una persona sufrió un episodio grave de estrés y se quedó con el pelo blanco. No es del todo irreal: el estrés provocó dos cosas: primero, la caída puntual del cabello; y, segundo, la interrupción de la producción de melanina. El resultado no fue sólo el aclaramiento del cabello con la aparición de las canas, sino que éste se hizo más visible porque el pelo de alrededor cayó.
Por tanto, las canas no suelen decir mucho salvo que aparezcan de la noche a la mañana. Si así fuera, es probable que estés pasando por un periodo de gran estrés.
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