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Usos y desusos del cabello humano

Cuando vemos la cantidad de pelo que se acumula al extremo de la escoba después de barrer, es fácil darse cuenta de que el ser humano es un gran productor de estos filamentos de fibra de queratina. Esta observación es tan evidente, que mucha gente a lo largo de la historia ha pensado en formas de aprovechar el cabello que ya no está en su cabeza.

En un derrame petrolero: el pelo es una esponja

El pelo tiene la curiosa propiedad adherir sustancias oleosas con facilidad, a la vez que es hidrorrepelente. ¡Esa es la razón por la que usamos champú, porque el pelo se nos llena de grasa! Esta observación sirvió para que Phil McCrory pensara en un método para limpiar el agua contaminada de derrames petroleros con cabello humano. Matter of Trust presenta una demostración en su canal de Youtube:

 
La Universidad de Tecnología Sidney realizó un estudio de eficacia comparativa de subproductos naturales y absorbentes sintéticos en derrames de petróleo que concluyó que el pelo es significativamente mejor que el resto de los materiales probados.

En un jardín: el pelo es un fertilizante y repelente

Tradicionalmente, algunas personas han usado el cabello como una alternativa orgánica y económica para mejorar sus pequeños cultivos. La Universidad del Estado de Misisipi realizó estudios que probaron que el cabello humano contiene una cantidad considerablemente mayor de nitrógeno que el estiércol. El nitrógeno es muy importante para la producción de clorofila y proteínas en las plantas. La liberación de este elemento en los cultivos se va haciendo gradual a medida que el pelo se va descomponiendo, por lo que es más recomendado para cultivos de crecimiento lento. Por otro lado, el olor a humano puede actuar como disuasor de plagas de roedores y caracoles. Naturalmente, este aroma se hace imperceptible al cabo de un tiempo. En cualquier caso, es importante que el cabello usado no esté cargado de químicos (como sprays o fijadores) que puedan afectar a las plantas.

En un concierto: el pelo es un instrumento musical

En Mindoro, en las Filipinas, los indígenas Mangyan utilizan el cabello humano para fabricar las tres cuerdas de un violín llamado gitgit. Este delicado instrumento es usado prevalentemente por hombres jóvenes durante el cortejo.
En una escala más grande y espectacular, pero seguramente inspirada por la tradición Mangyan, la marca Cream Silk realizó una campaña muy original para mostrar los beneficios que aportan sus productos para la salud del cabello, ofreciendo un concierto de violines tocados con arcos a los que les sustituyeron las cerdas de crin de caballo por cabello humano.

Es posible ver material producido por los asistentes a estos conciertos en Instagram con la etiqueta #hairsonata.
Estos son algunos de los extraños usos que tiene el pelo fuera de la cabeza, pero nosotros preferimos que siga estando en ella.

¿Por qué tenemos pelo?

El ser humano es un mamífero con la costumbre de olvidar que sigue perteneciendo al reino animal. Quizá por eso nos sorprende compararnos con otras especies y encontrar curiosa la forma en que el pelaje se manifiesta en nuestros cuerpos.
Hombre con un pelo largo y con un abrigo de pelo

¿Para qué sirve el pelo?

En la naturaleza, el pelo cumple muchas funciones, entre las que están la conservación del calor corporal, la protección contra insectos, la impermeabilización o el camuflaje.
El pelo también también cumple una función importante en la etapa reproductiva de los individuos, pues sirve para ayudar a propagar feromonas que son liberadas por las glándulas sudoríparas. Los humanos, por cierto, no estamos a salvo de los efectos seductores que tienen estas sustancias químicas desarrolladas por nuestro laboratorio biológico.
Imagen de la ceja y el ojo de una chica con los ojos verdes
En las fosas nasales y los oídos, el pelo sirve como filtro para evitar que pasen partículas indeseadas a nuestro organismo. De igual modo, las filas de pelos que bordean nuestros párpados, y que llamamos pestañas, cumplen la función de escudos contra el polvo, el polen o cualquier otra pequeña materia que pudiera lastimar nuestros globos oculares.

¿Y nuestro pelo?

Si tenemos en los monos un pariente evolutivo relativamente cercano, ¿por qué los primates siguen teniendo abundante pelaje en todo el cuerpo, mientras que nosotros nos hemos deshecho de él?
Imagen del pelaje rojizo y gris de gatos
Hay varias hipótesis que explican cómo el ser humano perdió el pelo corporal a lo largo de su evolución. La más aceptada explica que se debió a una adaptación frente a las altas temperaturas de la sabana africana. Cuando los humanos se empezaron a mover a regiones más frías, resolvieron el asunto confeccionando prendas que les permitían regular su temperatura, no solo en función de la estación que atravesaban, sino también de las distintas exigencias de sus actividades de supervivencia (correr, nadar, acampar, etc.). Esto hizo que el pelaje perenne se hiciera innecesario.

¿Se nos subió el pelo a la cabeza?

La sabiduría popular dice que el 80% del calor se pierde a través de la cabeza. No queremos arriesgarnos a defender un porcentaje tan elevado, pero lo que sí es verdad es que las zonas distales (más alejadas del centro del tronco) son las más vulnerables al frío.
Imagen de una chica desnuda en el mar, pero solo en la cabeza
Ya hemos dicho que el problema de la temperatura fue resuelto por nuestro ancestros con la fabricación de ropa, pero la cabeza cubierta representa una desventaja de visión, respiración y comunicación, por lo que se entiende que no pasara tanto tiempo envuelta como el resto del cuerpo. Ahí donde nuestro talento heurístico no pudo llegar, la naturaleza lo resolvió con practicidad, aumentando la capacidad de crecimiento del pelo en la zona craneal. Luego, una vez más, la selección natural hizo el resto.
¡Por eso nuestro trabajo es cuidar la fina obra de ingeniería de la naturaleza!

Qué es la clonación capilar

Es probable que últimamente hayas leído o visto algún reportaje sobre la clonación capilar, una técnica “nueva” que va a acabar con la alopecia para siempre. En realidad, la clonación capilar lleva décadas siendo estudiada por los expertos y, aunque su objetivo es exactamente ese –acabar con la alopecia–, lo cierto es que todavía tiene que pasar mucho tiempo hasta que resulte eficaz en humanos. Sin embargo, este escenario podría darse. Si te interesa esta técnica y quieres conocer en qué consiste, sigue leyendo.

Para entender en qué consiste la clonación capilar, una técnica que están investigando algunos expertos en salud capilar (si tienes dudas sobre qué es la tricología, en IMD te ayudamos a saber más), vamos a dar un pequeño rodeo, pero ya verás que así se entiende mejor. La clonación capilar parte del mismo principio que el microinjerto capilar: se extrae del paciente “algo” que todavía produce cabello y se inserta en una zona que ya no produce cabello.

El “algo” que se extrae en un microinjerto capilar es un folículo piloso sano. La alopecia androgenética, que es la alopecia común, se produce porque una hormona masculina –la dihidrotestosterona o DHT– bloquea los folículos pilosos, las cavidades donde crece el cabello, y los vuelve inservibles. Lo que hace un microinjerto capilar es extraer los folículos pilosos sanos para injertarlos allí donde los folículos han quedado bloqueados. Así de simple.

Pues bien, la idea de la clonación capilar es semejante pero un poco más compleja. La esencia de esta técnica consiste en extraer células madre de la zona sana del paciente, modificarlas para que produzcan unas células determinadas e insertar las nuevas células en el paciente. Las células madre son células que tienen dos propiedades cruciales: la primera es que pueden convertirse en nuevas células sin que se pierda por el camino la célula madre original (vamos, que de una célula madre puedes sacar muchas más), y la segunda propiedad crucial es que las células madre pueden dar lugar a células de varios tipos. Atención a esto.

La papila dérmica

Las células que nos interesan que produzcan las células madre son las células de la papila dérmica, una zona intermedia entre la dermis y la epidermis. Para entendernos, la piel es la suma de la dermis y de la epidermis, pero lo que palpamos si nos tocamos la mano es la epidermis; la dermis queda debajo de la epidermis (el prefijo griego “epi” significa encima de). Uniendo ambas zonas está la papila dérmica, que, entre otras cosas, dirige a la epidermis los nutrientes que llegan a la dermis. En la papila dérmica se encuentra el origen de cada folículo piloso, que es a su vez el origen de nuestro cabello.
Retomando el tema de hoy, la técnica de la clonación capilar persigue producir células de la papila dérmica para que se puedan producir folículos pilosos sanos.

La diferencia principal con el microinjerto es que la clonación capilar no está limitada al número de folículos pilosos sanos del paciente, sino que, en términos ideales, la clonación capilar permitiría la producción infinita de folículos pilosos sanos.

Suena ideal, ¿verdad? Y lo es o, mejor dicho, lo acabará siendo. De momento, el experimento ha salido bien con ratones, como suele ser habitual en estos casos, pero las pruebas con humanos no son satisfactorias.

Por qué ahora

Como hemos dicho más arriba, la clonación capilar ya aparecía en reportajes y titulares a principios del siglo XXI. Entonces, ¿por qué se ha recuperado tan sorprendentemente el entusiasmo por esta técnica? La razón es muy simple: a mediados de marzo se celebró en Madrid un curso sobre tricología, la ciencia que estudia el cabello, y la clonación capilar fue uno de los temas de los que se habló.

Es poco frecuente que los encuentros científicos entre expertos salten a la actualidad pero, en el caso de todo lo referido a la alopecia, sí suelen levantar gran expectación. Esto demuestra el gran interés que tiene la sociedad por esta ciencia en general y por resolver los problemas de alopecia en particular. (Si este es tu caso, si quieres resolver tu problema de alopecia, estás en el sitio indicado: consulta tus dudas con los expertos de IMD)

¿Para qué sirve echarse vinagre en el pelo?

Por lo pronto, para hacer que tus amigos se alejen unos metros de ti. Se te preguntabas por qué después de lavarte con este producto la gente se apartaba de ti en el metro o en la oficina, esta es la explicación. En el post de hoy no hablaremos de este inconveniente –aunque sí nos parece bien recordarlo: hay mucha gente que cree que el vinagre en el cabello no huele, grave error–, sino que hablaremos sobre las ventajas de usar este aliño en nuestro cabello.
vinagre de módena
Echarse vinagre en el pelo es uno de los remedios capilares más antiguos que existen. Y es normal: es un producto barato, fácil de conseguir y tiene algunas ventajas que se pueden comprobar rápidamente. A diferencia de la primera persona que se echó Coca-Cola en el pelo o cerveza –¿qué pretendía esa persona? ¿fue un accidente y se dijo “ya que estamos, pruebo toda la lata”?–, en el caso del vinagre es fácil imaginar las razones. El vinagre tiene fama de limpiador milagroso. Quita manchas, restablece el brillo y ayuda a eliminar piojos.

Inquieta a los piojos y elimina hongos

Los piojos, empecemos por ahí. El vinagre, que se produce por la fermentación del alcohol, se caracteriza por su PH ácido, que está entre el 2 y el 3. ¿Cuánto es esto? Digamos que es lo suficientemente ácido como para resultar incómodo a los piojos. ¿Los elimina? No, la función del vinagre es muy concreta. Al enjuagar el cabello con vinagre, lo que se consigue es crear un entorno ácido que repele a los insectos. Para el piojo, así como para otros insectos que disfrutan de vivir en el cuero cabelludo, un entorno ácido es muy incómodo para la vida, así que los piojos se lo piensan dos veces antes de establecerse en cabezas avinagradas.
Esto no significa que un poquito de vinagre vaya a conseguir echar a los piojos de tu hijo, pues para eso tendrás que despegar los piojos del cuero cabelludo usando una lendrera, un peine con largas púas metálicas. Pero, ese chorro de vinagre sí que hará que los piojos no vuelvan. Ventaja nº 1.
No nos olvidemos de la acidez del vinagre, pues a esta se debe también la ventaja nº2: el vinagre elimina hongos. La razón es exactamente lo que hemos explicado: el ácido del vinagre es muy, muy eficaz para eliminar hongos, del mismo modo que el jabón, otro ácido, quita la suciedad. Hay elementos, vivos o no, como los hongos, los aceites o el polvo, que se despegan de donde estén si entran en contacto con un ácido.

Rompe el equilibrio del PH del cuero cabelludo

Hasta aquí lo bueno. ¿Puede ser perjudicial echarse vinagre en el pelo? Es difícil imaginar que alguien decida lavarse habitualmente el cabello con vinagre –espera, no es tan difícil, ¿has oído hablar de la, por suerte casi olvidada moda, del no poo?–, pero si alguien decidiera llevar adelante este experimento, se expondría a varios inconvenientes. ¿Recuerdas el ácido del que prácticamente hemos hablado en cada párrafo? Pues ya iba siendo hora de volver a hablar del ácido y de su bajo PH.
El principal problema del bajo PH del vinagre se debe a que es menor que el del cuero cabelludo (que es de 5,5). Así que someter a nuestra cabeza a continuos lavados de vinagre puede causar irritación, además de una cabeza más sucia que si la laváramos convenientemente con champú.
Por tanto, usa el vinagre si sospechas que tienes hongos o piojos, pero olvídate de usarlo habitualmente como si de un champú habitual se tratara. El vinagre ni limpia ni da más brillo de lo que puede conseguir un champú normalito de supermercado.

¿De dónde viene el pelo afro?

Nuestro recorrido por los orígenes de los estilos más reconocibles de nuestros días se centra hoy en el estilo afro. Una estética que emergió como seña de identidad y acabó siendo absorbida por la moda y apartada de cualquier reivindicación.

Origen del pelo afro

Cuando se investiga sobre el origen del pelo afro, lo habitual es llegar a finales de los 50 y comienzos de los 60 en EE UU y mirar hacia adelante. ¡Como si el pelo afro hubiera surgido allí y el resto del mundo hubiera tenido que esperar! Pero lo cierto es que el pelo afro existe, y desde hace miles de años, en el continente africano. La inmensa mayoría de sus habitantes tienen el cabello grueso, muy negro y rizado, las características básicas del pelo afro. Es una cuestión genética donde el sol tiene mucho que decir.
Mujer con pelo a lo afro
El color del cabello es una medida de protección de nuestro cuerpo para repeler cierta radiación del sol: cuanto más sol hay, más color tiene que haber en nuestro cabello. Lo mismo sucede con la piel. ¿Por qué los nórdicos suelen ser rubios o de cabellos claros y tienen la piel pálida?
Porque a lo largo del año pasan temporadas sin apenas ver el sol. Esto no quiere decir que vivan de noche, sino que, aun siendo de día, las nubes reducen la luz solar. ¿Ocurre lo mismo en muchos países africanos? No, justo lo contrario: pasan largas temporadas bajo un sol abrasador y sin nubes que den respiro. De ahí que las genéticas de nórdicos y africanos sean tan diferentes en cuanto al color de la piel y del cabello.

Estados Unidos

Así que no, el cabello afro no surgió durante la década hippy en EE UU, sino que ya era muy común para millones de personas. Entonces, ¿por qué se sigue insistiendo en señalar a EE UU como el país donde nació el afro? La respuesta no tiene tanto que ver con el peinado en sí como con los valores que este representaba.
Al igual que vimos con el pelo punk, el pelo afro nació como seña de identidad de un conjunto de personas que veían limitados sus derechos. Esto ocurrió en EE UU durante los 60. Pongámonos en situación: algunas zonas de EE UU tenían colegios donde no podían estudiar alumnos negros y autobuses que tenían una zona reservada para ellos (los asientos eran para los blancos), incluso había fuentes de agua potable sólo para blancos. ¡Y pobre del que se atreviera a saltarse estas prohibiciones! Que grupos de blancos enfurecidos persiguieran y hasta pegaran a los negros no se veía con tan malos ojos como lo veríamos hoy en día.
Este era el ambiente. Cualquier cosa se consideraba una provocación para los racistas, así que los negros trataban de esconder sus rasgos. Pero, aunque quisieran, los negros no podían cubrirse por completo o disimular el color de su piel; lo que sí podían hacer era esconder su cabello tan reconocible. Durante la primera mitad del siglo XX, sería muy raro ver a un negro con el cabello largo. Demasiado riesgo. Raparse el cabello o elegir un corte masculino muy corto serían las dos únicas opciones disponibles. Salirse de ellas podía significar una paliza o algo peor.
En cuanto a las mujeres, lo normal era alisárselo si la vida diaria pasaba entre blancos o llevarlo corto y cubrirlo. Sólo cuando la situación era segura, porque fuera un pueblo mayormente de negros o un barrio especialmente poblado de una gran ciudad, las mujeres lo lucían a su gusto, rizado y largo. Hay fotografías de bailarinas de clubes con melenas recogidas, pero son excepciones.

Llegan los cambios

A comienzos de los 60, EE UU vivió un periodo de cierto relajo. Tras la Segunda Guerra Mundial, los siguientes cinco años fueron de jolgorio: se había vencido en la guerra más sangrienta hasta la fecha, la economía se había fortalecido y muchos americanos (blancos) tenían mucho dinero. Era como en los mejores años 20. Sin embargo, la fiesta se acabó cuando el gobierno estadounidense empezó a mirar con otros ojos a quien fuera su aliado en la derrota de Hitler. La Rusia comunista de Stalin amenazaba con robarle todo el protagonismo a EE UU, así que el gobierno decidió hacer algo.
Y dio paso a la caza de brujas del Macartismo, una especie de Inquisición a la americana donde cualquier sospechoso de ser comunista o simpatizante era procesado. Que lo fuera en realidad era lo de menos. Este escenario de tensión se vivió durante toda la década de los 50 y se fue desinflando según pasaban los años. La elección de John F. Kennedy marcó el inicio de un periodo de aperturismo, si bien duró poco. Pero la semilla de la lucha por los derechos ya estaba ahí.
Durante los primeros 60, muchos negros salieron a la calle a manifestarse por sus derechos y, entonces sí, lucieron orgullosos sus peinados a lo afro. Esos peinados eran todo un símbolo, una forma más de reivindicar la negritud y los derechos.
Con el paso de los años, artistas negros empezaron a aparecer noche sí y noche también en los programas más vistos, y esos peinados se pusieron de moda. Y con ello, como ya sabemos, perdieron su valor simbólico y reivindicativo.

El pelo en la Edad Media

Seguimos con nuestro periplo histórico a través del cabello. En el post de hoy abordaremos la Edad Media, un periodo extensísimo (más de 1.000 años) donde el cabello tuvo una importancia irregular. Empezamos.
Edad Media
Pero antes, establezcamos dos periodos más o menos diferenciados para intentar hacer el viaje algo más sencillo. Primero, la Alta Edad Media, periodo comprendido entre los siglos V y X. Oficialmente, la Edad Media comenzó en el 476 con la caída del Imperio romano de Occidente a manos de las hordas bárbaras. Que una de las culturas más avanzadas del momento fuera erradicada por una de las más atrasadas fue un hecho que resultó decisivo en el devenir de la Historia, también para el cabello.
Tras la caída del Imperio romano de Occidente, Europa se convirtió en un escenario de guerra, con continuas invasiones de pueblos acostumbrados a la batalla y la expansión sangrienta como los vikingos, los húngaros o los eslavos. El resultado fue un clima de terror e indefensión que impidió el desarrollo de las artes y de la economía, pues todos los recursos iban destinados a defenderse. Se estableció así el feudalismo, en el que los señores de las tierras protegían a sus pobladores a cambio de tributos.
Esta amenaza continua se mantuvo hasta aproximadamente el año 1000, momento en que los invasores dejaron de atosigar y permitieron que los pueblos pacíficos se desarrollaran. Floreció entonces la economía, gracias al crecimiento de las ciudades y del comercio, y con ello se inició un nuevo periodo: la Baja Edad Media, que durará hasta el descubrimiento de América en 1492.
Así que tenemos la Alta Edad Media (siglos V-X), que es oscura y sangrienta, y la Baja Edad Media (siglos XI-XV), que es esperanzadora y más avanzada.

El cabello en la Alta Edad Media

Como sucede en muchísimos momentos de la Historia, los conquistadores intentan borrar cualquier rasgo que recuerde a los conquistados. Con el cabello pasó lo mismo: los bárbaros intentaron que sus peinados nunca se pareciesen a los que llevaban los romanos. Si el peinado en Roma era ordenado y en ocasiones hasta elaborado, los bárbaros buscaron justo lo contrario: media melena y poco más. Y barba para los señores que se las daban de dignos, pero sin arreglar demasiado.
Pelo en la edad media
En cuanto a las mujeres, la Edad Media supuso un periodo de ocultación de los atributos femeninos, incluso de los más inocentes, así que los complementos que tapaban la cabeza se volvieron masivos. El objetivo era ocultar cuanto más cabello, mejor. Las mujeres casadas llevaban cofias y gorros de desiguales calidades, siempre preocupadas por no herir la sensibilidad de los miembros del clero. En el campo, las mujeres tampoco mostraban sus cabellos, aunque no era tanto por el pudor de las mujeres nobles, sino por comodidad: el cabello largo molesta cuando se trabaja en la labranza. El cambio con respecto al periodo romano fue radical: si antes había peinados elaboradísimos, con sus cuentas y sus bucles, ahora la sencillez de la media melena sería lo habitual.

El cabello en la Baja Edad Media

Con el desarrollo del comercio apareció una nueva clase social a medio camino entre el pueblo llano y la nobleza: los burgueses, los propietarios de los comercios. El aumento de la seguridad en los caminos favoreció el comercio entre ciudades, así que los vendedores empezaron a amasar riqueza y a competir entre ellos por ver quiénes se convertían en los más ricos. Cuando los más ricos se distinguieron de los medianamente ricos, surgieron nuevas formas de competición. «Ya soy el más rico, seré ahora el más elegante, el mejor vestido». Y dicho y hecho: si el aspecto había sido antes secundario, se convirtió en una preocupación para quienes tenían acceso a los mejores modistos y peluqueros.
Esto tampoco es que supusiera una revolución, pero al menos sí que se empezó a prestar algo más de atención al cabello. Las mujeres con poder, bien porque fueran nobles o porque sus maridos fueran prósperos comerciantes, descubrieron los recogidos. Así, aparecieron las trenzas, normalmente dos, que juntaban el cabello y lo llevaban tras las orejas. A veces se llevaban recogidos que hoy provocarían extrañeza, como el que formaba una especie de cuernos a los lados de la cabeza. Enseñar el cabello era todavía algo discutible, aunque se produjo cierto relajo: las cofias seguían a la orden del día, pero algunas mujeres se atrevían a prescindir de ellas a cambio de mostrar unos recogidos muy sobrios.
En cuanto a los hombres, la apertura fue mucho menor y la media melena siguió siendo lo habitual. Quizá alguna melena larga y un flequillo corto para los más valientes, pero nada transgresor. Esta falta de valentía capilar fue lo que motivó cambios más radicales en los siguientes siglos, pero de esto hablaremos en próximos posts.

¿Qué es la hipertricosis o el síndrome del hombre-lobo?

La hipertricosis es una enfermedad de origen genético que se caracteriza por la abundancia de #Pelo en todo el cuerpo, excepto en las plantas de las manos y de los pies. Es una enfermedad rara, más grave que el Hirsutismo, que no se controla con tratamientos hormonales, y para el que la única solución, hoy por hoy, es la depilación láser.
El Síndrome del #HombreLobo, o Síndrome de Ambras, como también se llama a la hipertricosis, se transmite de padres a hijos, aunque no de forma fija, sino espontánea, es decir, que no todos los descendientes de las personas que padecen esta mutación va a necesariamente heredar la enfermedad.
sindrome hombre lobo
La asociación con el Hombre- Lobo, se debe a que el primer caso documentado tuvo lugar en la Edad Media: Petrus Gonsalves y su familia fueron denominados como tales y exhibidos en el s. XVI. En registros posteriores aparece también la pequeña tailandesa Krao, que se mostró en Inglaterra como el eslabón perdido entre el hombre y el mono.
Charles Darwin escribió sobre un caso que conoció en su libro “ La variación de animales y plantas domesticados”: el de una mujer mejicana a la que un promotor de ferias compró para su exhibición en todo EEUU y Europa bajo el reclamo de “La mujer peluda y barbuda”.
También fue un hombre ruso que sufría hirsutismo el que empezó a exhibirse a principios del S.XX en Coney Island, y que dio origen a la leyenda de “La Bella y La Bestia”.
En IMDermatológico no nos encontramos casos como los referidos anteriormente, pero ello es debido a que nos ocupamos de, precisamente, todo lo contrario: de conseguir que recuperes tu cabello.
Pide tu cita en el siguiente enlace o directamente en cualquiera de nuestras clínicas por toda España mencionando que nos has visto en Facebook, para conseguir tu consulta y dos sesiones de láser gratuitas, y empieza a sentirte mejor:
¿TE LO VAS A PERDER?
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El pelo ya era importante en Egipto

Nuevo capítulo de nuestro repaso a la Historia a través del cabello. Hoy hablaremos de Egipto, una de las civilizaciones que más atención ponía a sus peinados o, como veremos a continuación, a la falta de ellos. Comenzamos.
Egipto estatua
Lo primero es situar en el tiempo la civilización egipcia. En total, hablamos de más de 6.000 años, un periodo de la Historia que comenzó alrededor del 5500 a. C. y que continuó hasta alrededor del siglo VII, ya en nuestra era. Egipto mantuvo sus características propias incluso durante las épocas griega y romana, y formó parte del Imperio romano de oriente, llamado Imperio bizantino, hasta la conquista de los árabes en el 640 d.C.
A lo largo de todos estos milenios, el cabello tuvo mucha importancia entre los egipcios. Al igual que en otras civilizaciones, había una gran diferencia entre cómo llevaban el pelo los miembros de la nobleza y cómo lo llevaba el pueblo raso, pero en el caso egipcio, hay un rasgo común: casi todas las cabezas, independientemente de su poder, preferían no tener pelo. ¿Por qué? Por los insectos. Piojos y liendres crecían y se multiplicaban con facilidad y rapidez. Recordemos que las principales ciudades de Egipto se construyeron en las orillas de los ríos, especialmente del Nilo y de sus afluentes.
Así que la higiene obligaba a llevar el pelo rasurado, incluso más allá de la cabeza. Siempre había excepciones, como la de algunos nobles poderosos que sí acudían a los salones reales con largas melenas. En este caso, era un sinónimo de mucho poder: sólo los muy ricos o poderosos podían permitirse las dos condiciones necesarias para lucir una larga melena: una, tener el dinero y tiempo suficientes para cuidar el cabello, y dos, no tener que trabajar de ninguna forma para que así el cabello no molestara. Todos los demás egipcios, aquellos ocupados en tareas agrarias, de artesanía, construcción, etc. no podían dejar que los largos cabellos les molestaran mientras hacían sus trabajos.

Pelucas para quien pueda permitírselas

¿Significa todo lo anterior que Egipto era una colección de cabezas mondas y lirondas? En absoluto. A falta de cabello, las cabezas más poderosas se cubrían con pelucas. Los historiadores no se ponen de acuerdo: hay quienes afirman que las pelucas estaban muy extendidas y hay quienes dicen lo contrario, que en realidad las imágenes que nos han llegado, con todos esos peinados parecidos, no suponen que todo cabello fuera peluca, sino que los cortes que se hacían los egipcios eran muy similares.
Cleopatra pelo
Fueran masivas o no, lo cierto es que las pelucas eran comunes, tanto entre hombres como en mujeres. Estas pelucas han resistido el paso del tiempo, y hoy podemos ver decenas de ellas en museos de todo el mundo. Las que pueden verse son pelucas de pelo natural, cuyos cabellos quedaban unidos gracias a cera de abeja.

Complementos y pérdida de la juventud

Otra pista sobre la moda capilar egipcia son los complementos. Había una variedad enorme de diademas, cuentas y rosetas (como anillos robustos hechos de madera o marfil). Las egipcias solían usar mucho este tipo de objetos para adornar sus cabelleras, fueran postizas o no. Las diademas eran dignas de la alta nobleza, así como las incrustaciones de oro, pero las cuentas, muchas veces insertadas en rastas, las rosetas, las cintas flexibles y las guirnaldas, llenas de flores silvestres, eran muy habituales entre egipcias de toda condición.
En cuanto a los niños, había una costumbre que incluso hoy podemos ver en las películas sobre la época. En vez de rapar completamente la cabeza de los niños, se les dejaba un mechón de pelo que crecía con el tiempo. Cuando el niño alcanzaba la edad juvenil, este acontecimiento se representaba con el corte de ese mechón. Esta costumbre, claro está, era propia sólo de las familias poderosas. El resto de niños, como los adultos de las clases corrientes, paseaban sus cabezas rapadas por las ciudades, los ríos y los desiertos de la gran civilización egipcia.

La memoria del pelo o por qué el cabello siempre es útil para CSI

Si eres aficionado a las series de investigación científica, como las decenas de versiones de CSI, Bones, Castle o parecidas, seguro que lo primero que piensas cuando ves una noticia de crimen es que los investigadores tendrían que empezar por buscar pelo. La ficción nos ha transmitido que no hay crimen sin castigo si el culpable se dejó parte de su melena en la escena del delito. Si esto es cierto o no será la pregunta que trataremos de resolver en el post de hoy.

Lo primero que tenemos que decir es que el pelo es tan útil para los investigadores como te imaginas. Gracias a un análisis del cabello, de un solo pelo es posible determinar si la persona a la que pertenece ese cabello estuvo en el lugar investigado o no (siempre que ese lugar no sea un ambiente totalmente esterilizado), si tomó drogas o si estuvo expuesta a metales pesados. Es más, si el pelo en cuestión tiene parte de la raíz, es posible que ese mismo pelo sea suficiente para conseguir hasta el ADN. Y teniendo el ADN, esclarecer el caso es sólo cuestión de tiempo.

Y aún hay más. La información que está dentro del pelo no suele perderse. Sí desaparecerán los restos de arena, polvo, pintura o de cualquier sustancia que flotara en el ambiente cuando sucedió lo que se investiga, pero si hablamos de drogas ingeridas o de metales, por no hablar del ADN, entonces no: esa información tardará siglos en desaparecer, si es que lo hace. La mejor prueba de esto es que todavía hoy se siguen descubriendo costumbres de los primeros pobladores de Egipto gracias a la información que quedó inmortalizada en su pelo.

El pelo nos señala al culpable de varias formas

Puede ocurrir que un crimen, que no tiene por qué ser violento, imaginemos un robo, suceda en un entorno donde diversas partículas flotan en el ambiente. Imaginemos el robo de una joyería al lado de un edificio en obras. O cojamos el argumento tan tratado en el cine de entrar en una joyería practicando un agujero en el techo, en la pared o en el suelo. Bueno, pues es muy posible que durante los trabajos de albañilería necesarios para abrir el pasadizo, alguna mota de polvo, yeso, serrín, lo que sea, fuera a parar a la cabeza. Si esto sucediera y los cacos fueran pillados, aunque sea a decenas de kilómetros del lugar del crimen, la sola presencia de esa partícula de polvo ya sería incriminatoria.

El caso anterior es bastante obvio. Pasemos al siguiente. Imaginemos un nuevo robo, pero ahora con algo de violencia: el ladrón droga a su víctima para dejarla fuera de juego. ¿Cómo sabe la policía qué droga se utilizó? Analizando el cabello. Pero es más, el cabello no sólo guarda los cambios metabólicos que produce la droga en nuestro organismo, sino que también da pistas sobre cuándo actuó esa droga. ¿Hablamos sólo del pelo de la cabeza? No, esa es una de las partes menos conocidas: debido a la conexión directa que tienen nuestros folículos pilosos con el torrente sanguíneo, cualquier cabello puede darnos información sobre lo que ha circulado por nuestra sangre. ¡Cualquier cabello!

Vayamos ahora al caso más complicado de todos. Se ha producido el robo de un cuadro y no hay más pistas en la escena que el pelo de una ceja. ¿Qué se puede obtener de tan minúsculo rastro? El análisis del cabello, sin entrar todavía en su ADN, permitirá a los policías conocer la raza del ladrón. No mucho, pero ya es algo. Hablemos ahora del ADN. Si esa ceja tiene raíz suficiente, es posible que se pueda recuperar parte de la información de su ADN. Un análisis en profundidad añadirá algunas pistas más, como el sexo del ladrón. Pero hay más: si el ladrón ya se dejó sus restos en otra escena del crimen, descubrirle será tan fácil como buscar en la base de datos de la policía. No está mal para un solo pelo de una ceja.

 

Sissi y su obsesión por el cabello

No es difícil imaginar que en pleno siglo XIX, en el centro de Europa, los nobles disponían de tiempo y dinero suficientes para entregarse a sus aficiones. Había quien guerreaba, quien conspiraba, quien admiraba el arte y pagaba para conseguirlo (o para arrebatárselo a otros), quien exploraba un mundo todavía misterioso… Caballeros, vizcondes, condes, marqueses y duques hacían lo que querían. Y si hablamos de ellas, de las nobles, pues igual, aunque encorsetadas por las limitaciones de aquel tiempo. Una de las personalidades de esta época de cuya obsesión más sabemos es la emperatriz Isabel de Baviera, más conocida como Sisi, una mujer obsesionada con su imagen y con su cabello.
Sisi, emperatriz consorte de Austria durante la segunda mitad del siglo XIX, pasó a la Historia como una mujer totalmente obsesionada por su aspecto y, más aún, por su cabello. Su melena era reconocida en todas las cortes y las crónicas de la época la destacaban entre las demás. Señalaban dos cuestiones singulares: sus peinados elaboradísimos y su longitud, pues sus largos cabellos le llegaban a los tobillos, extensión considerable si tenemos en cuenta que la emperatriz medía más de 1,70.
sissi emperatriz
Pese a sus numerosos talentos (hablaba cinco idiomas, leía y releía a los clásicos griegos, gustaba del teatro), rápidamente comprendió que necesitaba un par de manos expertas si quería dar a su cabello el mimo que necesitaba. Y encontró tales manos en Fanny Angerer, la peluquera del teatro de la corte. No fue casualidad que Sisi escogiera a su peluquera de entre bambalinas, pues la emperatriz prefería los peinados artísticos del mundo teatral a los que veía en la corte, versiones mucho más limitadas por los estrictos cánones estéticos de la época. De hecho, tenía álbumes donde recopilaba imágenes de peinados que le llamaran la atención.
La peluquera Angerer estuvo a la altura y cumplió con creces los desafíos de su única clienta. Para Sisi, su cabello se convirtió en una prioridad. Todo su cuerpo lo fue: practicaba deporte a diario (tenía un gimnasio en todas sus casas, normalmente unas anillas para colgarse) y cuidaba al detalle su alimentación, si bien no era del todo equilibrada: pescado hervido, frutas y caldo de carne. La consecuencia fue que, a pesar de su altura, Sisi rara vez pasó de los 50 kg.
Pero volvamos al cabello. Rutinas de cepillado de unas tres horas diarias, lavados y cuidados que se extendían durante horas, cosméticos de sustancias exóticas… Al final hubo que reservar un día de la semana para dedicarlo por entero al cabello. Este hábito se extendía incluso de viaje. Angerer acompañaba a Sisi en todas sus salidas, que no eran pocas ni cercanas –Sisi no estaba cómoda entre la corte austriaca–, y peluquera y emperatriz se convirtieron en inseparables. Incluso existe el rumor de que la peluquera actuaba de doble de la emperatriz en aquellas citas a las que no quería asistir. Unas veces no iba por desgana, pero otras porque Sisi no consideraba que su cabello fuera adecuado para las citas.
Esta obsesión por el cabello granjeó a Sisi algunos problemas. Además de limitar su agenda, también sufrió dolencias físicas. Su mata de pelo, especialmente cuando se lo recogía sobre la cabeza, pesaba más de lo que su endeble cuello estaba dispuesto a aguantar, lo que la producía dolores de cabeza y de columna que se convirtieron en habituales. Aficionada a montar a caballo –quizá su segunda gran pasión–, pasó largas temporadas sin acercarse a estos animales aquejada de dolores físicos. La solución hubiera sido cortar la melena, pero Sisi tenía bien claro que el cabello sería siempre su prioridad número uno.